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Cuando la fundación ArtAids me propuso el desafío de encontrarr una manera para incorporar mi investigación artística en el debate en torno al VIH y el sida, la primera idea que se me ocurrió fue la de tratar de establecer una representación de la realidad que a menudo se pierde en el imaginario de las campañas de prevención. Quería explorar aspectos de la vida cotidiana, la 'normalidad', la indiferenza, las idas y venidas, lo banal. Así pues, la película no trata sobre el virus do VIH desde la perspectiva de la patoloxía, sino que revela una experiencia sensorial, corporal y emocional que interactúa con la gente, el tiempo y el espacio.

La película tiene un enfoque experimental e incorpora técnicas híbridas que mezclan 'realidad'/documental con narración/ficción. La elección estética de rodar con cámara fija y prolongar los encuadres tiene la intención de transmitir las experiencias sensoriales de Rodrigo, que fue elegido como personaje principal con fin de tejer una red de vibraciones sonoras, ruídos, silencios, dudas y ambigüedades.

La cotidianeidad de Rodrigo sirve como laboratorio para las pequeñas acciones en las que observamos el cuerpo en movimiento, que representa gestos únicos en el tiempo. Su cuerpo es fuerte y frágil al mismo tiempo. Nos seduce sutilmente, nos invita a acercarnos, a dibujar los fonemas y los ideogramas en el aire, desplazando los sentidos e interrumpiendo el silencio.

Las acciones cotidianas de Rodrigo nos inducen a un viaje compuesto por las experiencias comunes en las que incomunicabilidad y diversidad se refuerzan a través de su alteridad. A través de las miradas al mundo de Rodrigo que recoge la película, se establen relaciones entre las múltiples y fluidas identidades de su personalidad y las diferentes capas que atraviesa su ser durante su viaje.