Entiendo la pintura como una suerte de tensión entre idolatría e iconoclastia. Gracias a la ductilidad del medio pictórico estas tensiones pueden abarcar todo el espectro tanto de la representación (impostación, símbolo, analogía, ídolo, figuración) como el del acontecimiento, palabra más wittgensteniana que prefiero a abstracción. Este juego o lucha (Según le vaya a uno o no, la vida o la cordura) acompaña desde siempre a los ámbitos de la pintura y la religión. De las diferentes interpretaciones etimológicas de la palabra religión, me interesa sobre todas aquella que la define como la reunificación, (el re-ligar) del sujeto con las potencias superiores.

Cemento·flor es el nombre que le di a este conjunto de obras y a mis idas venidas de lo concreto a lo simbólico alrededor de un cosmos plástico en forma de copo de nieve. El árbol en el ... agua, conforma un grupo de dibujos y pinturas cementoflóricas más cercanas a la mitología personal y familiar, al sentimiento de pertenencia o mejor dicho, a la ausencia del mismo.