“...Nos aventuramos, por consiguiente, a predecir lo difícil que será desterrar el placer de la experiencia estética, porque éste, cuyo origen se halla en la recompensa a una adaptación evolutiva, no sólo hace acto de presencia en aquellos escenarios benévolos y agradables o en los que, en un determinado estadio de la civilización se transforman en bellos, sino también -y sorteamos la incómoda identidad arte-belleza- se experimenta en situaciones aborrecibles, o en aquellas peligrosas donde se pone en riesgo nuestra integridad, ya que el placer puede funcionar como un refinado estímulo que controla la amenaza, como sucede en las prácticas sadomasoquistas.
Así las cosas, la carga de la prueba, me temo, les corresponde a aquellos que, levantándose sobre la estética adorniana, encastillados en la ideología y autoinvestidos de una pretendida aristocracia del saber, huyen del placer estético cabalgando a lomos de la mala conciencia cultural ante el irremediable destino que les...aguarda: porque, aún después de Auschwitz, a pesar de un militante y estanco neoplatonismo, calcinada su ira contra la consumista sociedad del espectáculo, entre murmullos de perplejidad y castañetear de dientes, podrán verse liberados ¡ay! de la prohibición de gozar de la experiencia del arte...”
Víctor López-Rúa.
El aura que no cesa
Entrada actualizada el el 04 feb de 2020
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