El Museo Presenta
El Museo del Romanticismo inaugura, coincidiendo con el Día Internacional de los Museos, un nuevo modelo de exposición con el que se quiere hacer partícipe al público de las más recientes iniciativas del Museo: adquisiciones, restauraciones o nuevas visiones sobre sus colecciones, podrán verse en la sala 25 del Museo.
Se ha querido hacer coincidir este nuevo programa con el día en el que los museos conciencian al público sobre su papel en el desarrollo de la sociedad, mostrando una de sus facetas principales, la de custodios del patrimonio con el fin de hacerlo accesible a todos.
Para inaugurar esta actividad se ha escogido el Retrato de Francisco Aranda y Delgado, pintado por Federico de Madrazo, uno de los artistas más destacados del Romanticismo en nuestro país. La obra fue comprada para el Museo del Romanticismo en el año 2017, donde ha sido restaurada y ahora se presenta en sociedad.
Política...de incremento de colecciones y formas de ingreso en el Museo del Romanticismo
Cuando el Museo abrió sus puertas en 1924, la colección constaba de poco más de un centenar de piezas, siendo la cifra actual de más de 18.000. Este número de fondos ha ido creciendo gracias a distintos modos de adquisición, basados en una política de incremento de colecciones que vela porque éstas se realicen de forma ordenada y de acuerdo a los criterios del Museo, tendentes a completar la visión del Romanticismo que quiere ofrecer a sus visitantes. Para ello, los técnicos del Museo elaboran informes detallados sobre las piezas que se ofertan, bien por venta, donación o cualquier otra de las fórmulas por las que los bienes ingresan en los museos, valorando factores como la conveniencia para las colecciones de la institución, su importancia dentro del Patrimonio Histórico Español o su estado de conservación, entre otros.
De entre estos modos de adquisición destacan algunos como la donación, que implica la oferta desinteresada por parte del propietario de la obra, fórmula gracias a la cual el Museo del Romanticismo adquirió recientemente dos excelentes retratos de Rafael Tegeo que se pudieron contemplar en la exposición temporal que organizó en la institución.
También destaca la compra mediante distintas fórmulas, como la oferta de venta o la compra en pública subasta por parte del Estado. Éstas tratan de completar y enriquecer la colección del Museo, salvando en algunos casos significativas carencias dentro de la misma, como fue el caso del Naufragio en la costa, de Eugenio Lucas Velázquez, obra de temática característica de la pintura del periodo romántico y de la que el museo no contaba con ningún ejemplar para su exhibición al público. Desde su llegada al Museo, a finales de 2017, esta obra pasó directamente a exponerse en la Salita (sala IX del Museo), ocupando un lugar destacado dentro de su recorrido.
La obra
El Retrato de Francisco Aranda y Delgado, pintado por Federico de Madrazo en 1839, salió a subasta en la Sala Balclis de Barcelona en octubre de 2017, donde, a propuesta del Museo del Romanticismo, fue adquirida por el Estado y posteriormente asignada a sus colecciones. Con ella, ingresaba en el Museo un retrato poco conocido y de indudable calidad de un artista fundamental del periodo romántico como es Federico de Madrazo. Si bien el Museo del Romanticismo posee otros retratos de este mismo autor, ninguno de ellos tiene las características de este por el periodo al que se adscribe dentro de la trayectoria del pintor y por la especial significación que para el propio artista debió tener el realizar el retrato de un amigo suyo, Francisco Aranda, al que el cuadro está dedicado en uno de sus ángulos.
La obra, poco conocida hasta ahora, pertenece a un momento de la trayectoria artística de Madrazo caracterizado por la experimentación. La pintura, de pincelada suelta y jugosa, enfatiza la contrastada iluminación en una parte del rostro del elegante joven arreglado con sotabarba, del que destaca la intensidad de su hipnótica mirada y los tonos rojizos de las carnaciones. El fondo neutro en tonos ocres nos remite a la pintura de Velázquez, a quien Federico había estudiado con atención, tal y como demuestra también su magistral manejo de los tonos negros. Este tipo de composición, pero sobre todo de factura, la reservó el pintor para inmortalizar a sus personas más allegadas, de hecho este retrato guarda relación con otros realizados en las mismas fechas a algunos amigos.
Así, con esta obra, el Museo del Romanticismo completa la galería de retratos que posee de mano de Federico de Madrazo, pudiendo plantear a través de ellos una evolución de la técnica y la calidad de uno de los artistas más importantes del siglo XIX español.
Restauración
Tras el ingreso de la obra en la colección del Museo, ésta se sometió a distintos tratamientos de conservación preventiva y restauración para reparar los daños que tanto el paso del tiempo como antiguas restauraciones le habían ocasionado.
De esta forma, tuvo que retirarse el antiguo bastidor, atacado por carcoma -inactiva en el momento de llegar al museo- y colocarse uno nuevo, así como eliminar las antiguas tachuelas que mantenían unidos bastidor y lienzo sustituyéndolas por otros elementos de sujeción de composición más estable y menos invasiva.
Una vez consolidado el soporte, se procedió a la limpieza de la capa pictórica, eliminando el antiguo barniz, ya oxidado, y las reintegraciones de la restauración anterior, procediéndose finalmente a la reintegración cromática de lagunas y la aplicación de una capa de protección.
Estos trabajos han aportado estabilidad a la obra, y han devuelto a la efigie de Francisco Aranda su tonalidad y brillo originales, lo que permite que el público pueda disfrutarla tal y como la concibió su autor.
El autor. Federico de Madrazo y Küntz
Figura fundamental de la pintura española del siglo XIX, Federico de Madrazo y Küntz es también uno de los mejores retratistas de su momento. Su calidad técnica y privilegiada posición en los círculos más selectos, hicieron de él uno de los artistas más cotizados y solicitados por la alta burguesía y la aristocracia española.
Nacido en Roma, el 9 de febrero de 1815, fue hijo del también pintor José de Madrazo, una de las figuras más destacadas del neoclasicismo español y director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y el Museo del Prado. Federico fue asimismo hermano y padre de artistas, constituyendo la familia Madrazo una de las sagas de artistas más influyentes del panorama artístico nacional de todos los tiempos.
De vocación y talento temprano, Federico se formó no sólo en la Academia de Madrid, sino que también realizó sendos viajes de estudio a París, estableciéndose asimismo en Roma. En la ciudad de la luz trabaría amistad con artistas de la talla de Jean Auguste Dominique Ingres, al cual pidió consejo sobre sus obras en muchas ocasiones.
Si bien sus primeros intereses dentro del arte lo llevaron a decantarse por la pintura de composición, su realidad posterior, una vez establecido definitivamente en Madrid en 1842, lo llevaron a dedicarse por entero al retrato, género cuyos cánones reformuló hacia el Romanticismo. La influencia de su pintura quedó asentada al ser nombrado primer pintor de Cámara de Isabel II en 1857, de forma que la pujante sociedad burguesa española codiciaba poseer un retrato suyo con su firma.
De este artista longevo, fallecido en Madrid en 1894 a los 79 años, el Museo del Romanticismo posee varias obras de su mano, no sólo retratos, sino también una copia de Velázquez y varias estampas que ilustraron la revista El Artista, fundada por el mismo Federico de Madrazo y su gran amigo Eugenio Ochoa. De vida breve (poco más de un año), El Artista está considerada como una de las publicaciones más destacadas del siglo XIX español, que con sus cuidadas láminas litográficas y artículos contribuyó a difundir el Romanticismo en nuestro país.
El Protagonista. Francisco Aranda Delgado
Nacido en Granada en 1807, Francisco Aranda Delgado fue uno de los mejores escenógrafos españoles del siglo XIX. Abandonó los estudios de Humanidades para formarse en la pintura de decorados teatrales, siendo también discípulo del pintor José de Madrazo en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Su formación posterior se centró ya totalmente en la escenografía, con el francés Jean-Baptiste Blanchard en 1832 y Lucas Gandaglia en 1837, años que compaginó también con viajes de estudio a Francia e Italia.
Sus primeros trabajos como escenógrafo tuvieron lugar en el teatro Principal de Zaragoza y el teatro Principal de Sevilla, entre los años 1837 y 1840. En 1840 Aranda comenzó a trabajar en el teatro de la Cruz de Madrid, colaborando con Eusebio Lucini en varias producciones. Para el estreno de la segunda parte de El zapatero del rey, de José Zorrilla, que tuvo lugar el 21 de septiembre de 1841, Aranda introdujo en la escena española por primera vez un panorama como telón de fondo. Con este ingenio, consistente en un fondo semicircular en lugar de la tradicional combinación de telón y bastidores laterales, se otorgaba a la escenografía mucha más perspectiva y profundidad. Fue, además de en esta ocasión, escenógrafo de muchas otras representaciones de obras de Zorrilla, trabando asimismo amistad con otros escritores y pintores como Antonio María Esquivel, el cual alabó sus decoraciones teatrales.
Su trabajo le llevó también al teatro Principal de Valencia en 1845, el mismo año en el que se reformó, instalándose el alumbrado de gas por primera vez en un teatro español. Aranda fue así el primer escenógrafo en utilizar este nuevo sistema de iluminación, en el drama de Antonio Gil y Zárate Guillermo Tell, lo que le permitió jugar con las gradaciones de la luz y los cambios de atmósfera, que le posibilitaron reflejar las luces crepusculares y de la salida del sol.
De regreso a Madrid, en 1849, realizó varias decoraciones para el teatro construido por Isabel II en el Palacio Real, y en 1850 otras para la inauguración del Teatro Real, donde colaboró también en los años siguientes. En 1852 realizó pinturas decorativas para los palacios del marqués de Santa Marta, el del duque de Rivas, y el Palacio Cerrado y Casa Pobre de Gaviria. En 1852 viajó a La Habana donde trabajó en el teatro Tacón y desde donde viajó a México para pintar varias decoraciones y una iglesia, falleciendo de cólera en 1853.
Aunque la carrera de Francisco Aranda se centró fundamentalmente en la escenografía, en la que destacó de forma notable, tal y como alaban las críticas contemporáneas, por su realismo, sentido espacial y magisterio en el dibujo, hay otra faceta de su producción que también despunta, y es la de ilustrador para varias revistas y publicaciones. Entre estas hay que resaltar sobre todas las realizadas para El Artista, publicación fundada por Federico de Madrazo, autor del retrato de Aranda que conserva el Museo del Romanticismo.
Actividades relacionadas
A partir de julio el museo ofertará visitas comentadas sobre la obra a cargo del equipo de mediadores culturales del Museo, todos los viernes a las 12:30 h. y 17:30 h.
Imágenes de la Exposición
Eugenio Lucas Velázquez, Naufragio en la costa. 1855. Museo Nacional del Romanticismo — Cortesía del Museo del Romanticismo URL fuente
Entrada actualizada el el 17 oct de 2019
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