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El sábado, día 25 de enero, se inaugurará la sexta muestra individual del artista valenciano, ALBERTO GÁLVEZ (Orihuela, 1963), presentada bajo el título de 'El marco oval', significativo epígrafe en el que se enmarca la primera propuesta expositiva de este 2014, en la sala de Santa Lucía y supone el regreso de Alberto Gálvez tras sus recordadas exposiciones: Un cuento azul. (1999), Por qué vuela el día. (2002), Vendrá la noche y tendrá tus ojos. (2004), De la edad de la pintura (2006). El lugar de la Pintura (2009)

Alberto Gálvez, Doctor en Bellas Artes, y Profesor Titular del Departamento de Pintura de Universidad de Valencia, -es un artista que está representado en Italia por Galería Il Político, de Roma, y en Nuevo México. (USA) por Nüart Gallery. (Santa Fe),- ... presenta en su nueva exposición de Santander, una serie de pinturas en pequeño y mediano formato, realizadas a lo largo del pasado 2013 y finalizadas y firmadas en estos días, en las que la mujer y el paisaje, son los motivos en los que sustenta la serie, que transmite tanta serenidad como belleza, y que permiten que en esta ocasión, la visión sea ciertamente contemplativa.

Sus trabajos, tratados con su procedimiento pictórico habitual -óleo sobre lienzo-, y sus obras de pintor figurativo, muy literario, nos transmiten, o al menos nos dejan intuir, su pasión no sólo por la Pintura -con mayúscula- sino su pasión por la propia génesis de la Pintura, de su historia, y de los maestros. Su pasión por los Museos como centros de conocimiento y deleite.

Sobre la muestra, el artista nos decía 'He estado pensando en la idea de la exposición, y en el espacio, y me gustaría hacer un montaje en una pared en vertical, como esos museos que tienen toda la pared hasta el techo. Sin llegar a esos extremos, pero si me gusta esa idea de museo como gabinete, donde los cuadros se pegan unos a otros.'

Y sobre el contenido 'El tema de la exposición es sobre el rostro y el paisaje, y sobre el museo. Paisajes renacentistas o barrocos, y rostros anónimos, como una galería de colección en algún pequeño museo....'

Texto del artista para presentar la muestra:

La entrada a la Galería Doria Panphili se me había resistido varios años, en otras ocasiones había intentado entrar por la plaza que tiene la entrada de carruajes. Finalmente, en el propio Corso se encontraba la desolada puerta indicando el acceso a la 'biglietteria', una pequeña puerta con el cristal hasta la altura del pecho, donde se situaba el que vendía las entradas. Para acceder a la Galería había que atravesar un patio y subir a un primer piso. Una vez dentro el suelo de madera barnizada crujía a cada paso con pequeños quejidos, las salas principales se abrían a otras que estaban cerradas con un simple cordón grueso, pero en las que se podían ver los dormitorios de los antiguos propietarios. Cuando llegué por fin a la colección de pinturas, estas se desplegaban frente a mí tapizando por completo las paredes de un corredor acristalado. Los Carraci, Tiziano, Bellini, Beccaruzzi, Brueghel, Pretti,.. se agolpaban, se empujaban y se mantenían en un difícil equilibrio. Palmo a palmo cubrían las pesadas paredes hasta intentar tocar el techo. En su mayoría retratos o motivos mitológicos, pero también misteriosos paisajes que horadaban el muro y abrían ventanas a lugares que nunca había visitado pero que me resultaban muy familiares. En un recodo del corredor se encuentra una pequeña sala de dos metros cuadrados, con las paredes cubiertas de un grueso telón granate, y en frente, como en un altar, se aferra con fuerza a su sillón el Papa Inocencio con el semblante severo que le imprimió Velázquez. El mismo que Bacon recuperó pero con una boca desencajada, cuadro que nunca quiso visitar cuando estuvo en Roma. No es más que una anécdota entre tanto retrato sublime, pero no nos equivoquemos no son retratos, son pinturas. En el Grand Palais de Peterhof, la sala de retratos de Pietro Rotari contiene otro tapizado de cuadros con el mismo motivo. Se trata solo de retratos de este pintor italiano que emigró a Rusia y se hizo popular por sus versiones algo cursis de retratos de mujeres.

Obsesión de ver rostros hasta en las nubes algodonosas las tardes de agosto. La obsesión del pintor del 'Retrato Oval' de Poe por la belleza y la representación de la vida, tanto que su modelo, su mujer, acaba pereciendo a causa de esta obsesión. Madeleine también tiene una obsesión por el retrato de su bisabuela Carlota, que contempla absorta en el museo (una de las escenas memorables de 'Vertigo, de entre los muertos' de Hichtcock). El detective observa desde la sombra como Madeleine está sentada delante del cuadro, mientras la cámara se acerca hasta la nuca de Madeleine, y recoge un primer plano del moño en forma de espiral, que anuncia el desenlace fatal de toda obsesión.

El record de tiempo de una visita al Louvre lo marcaron los protagonistas de 'Dreamers' (2003) de Bertolucci, en 9 minutos y 20 segundos. En realidad se trataba de una cita homenaje a 'Bande à part' (1964) de Godard. En el film de Godard, Anna Karina corría junto al ladrón que la seduce y su amigo, más interesados en batir el record que en contemplar alguno de los cuadros que aparecen en la escena, como 'Madame Recamier' o 'El Juramento de los Horacios' de Jacques-Louis David. Esa misma velocidad en el visionado de los cuadros es la que se aprecia en algunos de los fragmentos de paisajes. Caras estáticas, paisajes con un efecto de barrido lateral. En la carrera no hay tiempo para la contemplación, solo nos llegan las imágenes deformadas por un desenfoque de desplazamiento lateral.