¿En qué se diferencian nuestros sueños? nos pregunta Rocío Asensi. Lo onírico, lo imaginario se muestra como algo poco tangible, poco real, y sin embargo tiene, parece ser, mucho que ver con la vida que cada uno lleva, su entorno, su procedencia. Pero no hay que olvidar que todo ello no sólo permanece en aquello que forma parte del pasado de uno y de todo su linaje sino también en un futuro que inevitablemente proyectamos, anhelamos, ansiamos.

Los sueños son mensajes de nuestro yo interior, que se pueden escribir, materializar, plantándolos de forma literal, esperando que dé sus frutos, que se enraícen y permanezcan perennes en el futuro para que se convierta un día en presente.

Pero los sueños son a su vez deseos, esperanzas, ilusiones que si no se concretan acaban siendo ... ficciones de uno mismo, re-presentaciones incesantes de aquellas proyecciones visualizadas en la imaginación. En este proyecto, Rocío propone un conjunto de piezas que indagan en torno a la idea del deseo, del sueño, mediante obras que pretenden despertar, ilusionar y como no incentivar la curiosidad de un espectador en busca de algo aún desconocido para él.

Al entrar, el espectador puede ver la sombra de un árbol, al igual que Platón en el mito de la caverna, a la manera de una primera visión, un primer des-velamiento. Este árbol, el del conocimiento, auténtica sinécdoque de la naturaleza, nos abre las puertas del jardín del Edén, introduciéndonos en ese Paraíso celestial, y a su vez tan bucólico. A continuación, nos propone una instalación donde se pueden contemplar unas esferas flotando: son los sueños representados de forma tangible, un cierto cosmos onírico. A la manera de aquellas manzanas que brotan de este árbol de la felicidad, los sueños se elevan, se evaporan, levitan mostrando en el interior de dichas esferas de resina transparentes pequeños objetos, colores, imágenes, probablemente muy recurrentes para el espectador.

Tras este recorrido de tipo iniciático, el espectador, que encarna el papel de una nueva Alicia, se ve sorprendido por unas cajas de madera, cajas mágicas iluminadas desde su interior, que pueden ser abiertas para así descubrir en ellas aquellos sueños-deseos iluminados. Sueños que, por otra parte aparecen envueltos por aquellos miedos que a su vez los acompañan, y que por ello permanecen bloqueados sin poder ver la luz.

Estas piezas, textos visuales y experimentales, se complementan con cinco fotografías enmarcadas en cajas de luz con imágenes que, de nuevo, desvelan un mensaje desencriptado mediante la irradiación y que revela un nuevo secreto al espectador...

Por último, se muestra un video en el que Rocío ha seleccionado una serie de personas de diferente edad, nacionalidad, nivel sociocultural, sexo, religión para participar en su 'experimento'. Desde Brasil, Argentina, España e Inglaterra, cada uno de ellos ha realizado la misma acción: tras inducirles en un estado de meditación y relajación, Rocío les ha pedido que escribieran en un papel sus sueños. A continuación procedían a quemarlos, introduciendo las cenizas en una planta (o en su jardín), como nutriente de la propia naturaleza. Tras esta suerte de performance interactiva, el actor principal procede a contar su sueño en un lugar especial y significativo para él. Esta acción, una vez registrada, toma el aspecto de un documental testimonial de algo que, por otro lado, no se refiere a un hecho histórico y común sino a algo individual e íntimo.

En definitiva, ¿en qué se diferencian nuestros sueños? nos vuelve a preguntar Rocío Asensi una y otra vez. Pese a la variedad geográfica, socioeconómica y cultural, nos damos cuenta que los deseos, que la propia esencia de cada ser quizás no responde a estos parámetros superficiales, sino que en lo más íntimo, en lo esencial de cada uno, emergen los mismos deseos, proyectos similares, en definitiva la búsqueda constante de la felicidad, diferente para cada uno, cierto, pero felicidad de todas formas.

El sueño de una Alicia que vive oníricamente en un mundo imaginario, se convierte en otra ficción de su propio yo, en proyección de sus deseos y espejismo de sus anhelos. Este concepto de deseo, planteado por Asensi, se convierte en el principio de toda creación; tanto de los propios actores de este experimento-acción, como de forma evidente de la propia artista; sin olvidar, como no, una última construcción personal e individual de cada espectador que se introduce en este jardín experimental de la felicidad entre espacios de luz y otros de sombras, y que acaba por sumergirse en un mundo ideal lleno de reflejos y de posibilidades para la imaginación, atravesando por fin el otro lado del espejo.

De esta forma, y partiendo de esa búsqueda, el propio espectador que acaba su paseo con una cierta visión celestial, un descubrimiento-deslumbramiento de sí mismo mediante una reflexión a la que le ha llevado este recorrido aristotélico, cierra el proyecto haciéndose participe de éste, concluyéndolo en cierto modo y quizás incluso descubriendo su verdadero sueño-deseo.