La exposición que se presenta la galería Benot es una representación del Cádiz desconocido y conocido a la vez.

Conocido por todos los gaditanos, que en algún momento de su vida han rondado por esas azoteas y aún lo siguen haciendo. Son punto de encuentro de vecinos, vecinos que suben a esas azoteas de cal para tender sus ropas, para secarlas al potente sol que irradia en esta ciudad, ese sol cegador y a la vez tenue.

Ese sol que se quiere representar en estos cuadros, sol deslumbrante y sol delicado. Delicado se vuelve cuando comienza a desaparecer, a escaparse por el horizonte, dejando una tenue marca en sus edificios, marcas en forma de líneas de luz de cálido, como queriendo no escapar. Deslumbrante cuando salta hacia las azoteas y se impregna en ... sus blancos muros, que reflejan la luz, una luz casi imposible de mirar.

Cádiz desconocido para todo aquel que nos visita, solo algunos de ellos tienen la suerte de poder contemplar la ciudad desde la azoteas y todo aquel que lo hace que maravillado por el espectáculo que supone tener esta ciudad a sus pies, descubriendo rincones en sus azoteas, y recibiendo pistas de cómo es el gaditano y cómo vive en ellas. Muchos descubrirán en ellos recuerdos, lugares, rincones, sensaciones, esta es la razón de ser de estos cuadros, transmitir lo mismo que yo he sentido al pintarlos, trasladarme en el espacio y en el tiempo hasta llegar a mi infancia, una infancia vivida allí, entre sábanas colgadas secando al sol, pelotas de trapo que nos parecía balones de reglamento, con porterías en los huecos de los pretiles y áreas pintadas en el suelo, ese suelo repletos de parches, de lechadas que algún vecino se afanaba en echar para reparar, cumpleaños, comuniones, bautizos, celebrados en esas azoteas con bailes y juerga, alegría, mucha alegría. Recuerdos, muchos buenos recuerdos que están todos de alguna forma en estos cuadros.