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Cuando conocí a Yu Xiu Yuan, o J.Y., como prefiere que le llamen, lo primero que despertó mi atención fue el distanciamiento que él mismo sentía y que podía apreciarse entre su obra y el modelo de arte chino emergente al que nos tienen acostumbrados los medios especializados. Lejos de incidir en los recurrentes moldes y clichés de la cultura popular contemporánea que tanto se ha explotado como sello distintivo, o hacer una revisión de su vasto patrimonio histórico- artístico, J.Y. nos da la bienvenida con una irónica sonrisa a su universo personal. Su obra nos abre las puertas a un mundo interior cargado de símbolos por ... descifrar y referencias a la sociedad pasada y actual, un espacio a medio camino entre la realidad y la ficción donde nuestra mirada corre el riesgo de perderse en abigarrados escenarios de violencia.

El título de su primera serie de trabajos Black White Red hace alusión a la psicología que subyace bajo estos tres colores en función del uso que de ellos se ha hecho en distintas épocas de la historia reciente, desde la propaganda nazi (Guess Who?) al logotipo de la Coca-Cola; colores esenciales en las imágenes resultantes de una paleta cromática contenida. En la obra de J.Y. el negro representa los huesos, la estructura interna del cuerpo que se exterioriza a través de una muerte violenta, el blanco es la piel mancillada por todo tipo de herramientas bélicas, y el rojo, el color de la sangre que inunda a modo de salpicaduras expresionistas la superficie de sus papeles y lienzos.

Si bien en algunos de sus primeros dibujos como Kun Sha Dou Tian o Play a song encontramos tímidos dragones ocultos en ánforas, pequeñas cabezas de figuras religiosas, paisajes salpicados de nenúfares, bosques de bambú y antiguos pictogramas que la ubican en un contexto cultural e histórico determinado, a medida que su obra va evolucionando observamos un paulatino alejamiento de esas reminiscencias orientales.

A medio camino entre la ilustración, el cómic, el anime japonés, los rol games y la crítica social, J.Y nos presenta en su primera exposición individual en Bilbao Arte dos series de trabajos que beben de una imaginería común, claramente diferenciados por su factura técnica.

Los dibujos a tinta, lápiz y acuarela realizados sobre papel de medio formato, soporte con el que él mismo reconoce tener una gran afinidad, conforman la primera serie. Éstos se ordenan a modo de narración, y se organizan como distintas fases de una continua contienda, de manera que se establece un orden de lectura entre ellos (referenciado en el título de la obra), y guardan una estrecha relación con aquellos primeros trabajos en los que el artista nos presentaba un universo repleto de escenas bélicas entre animales donde se representan los horrores de la guerra, las estrategias sobre el campo de batalla, las victorias y derrotas de ambos ejércitos, los fusilamientos, los heridos, las torturas, los prisioneros obligados a realizar actos obscenos... Los dioses de la guerra, encarnados en animales agigantados deambulan ciegos entre ambos ejércitos, insensibles al sufrimiento del resto de criaturas con una mueca de alegría triunfal en sus rostros. En el interminable conflicto entre gallinas, conejos, perros, osos, lobos y demás animales-humanos surgidos de las relaciones que se establecen en la mente del autor podemos adivinar cómo cada raza animal tiene su equivalencia en las distintas etnias que componen nuestra sociedad.

El segundo bloque lo forma una serie de óleos sobre lienzo realizados durante su estancia en Bilbao en 2011. Esta serie supone un nuevo giro no sólo material y procesual en la obra de J.Y., sino también en la disposición formal de los elementos que conforman las imágenes en un trasfondo que se mantiene inalterado, los tipos de violencia comunes a todo conflicto bélico.

La violencia le sirve como pretexto para realizar trabajos de mayor formato. Los títulos de algunas de las obras son claros y sitúan la acción en un lugar determinado Badajoz o Montana, mientras que otros hacen alusión a fechas significativas para la historia del país en los que el artista encuentra el motor de su creación. En este caso nos encontramos ante una visión particular sobre la guerra civil española, donde los combatientes de ambos bandos, el nacional y el republicano, están representados por conejos. Las imágenes de animales de la misma especie combatiendo entre ellos sin más rostro que un 'tiki' en el caso de los vencedores, y un aspa en el caso de los perdedores nos hablan de aquella máxima que dice que la historia la escriben siempre los vencedores (más aún si el perdedor está muerto).

Al margen de contextos sociales y políticos concretos podemos entender la selección de trabajos incluidos en esta muestra como una invitación del artista a reflexionar sobre las posibles lecturas que hacemos de nuestra historia reciente, una visión no carente de cierta ironía sobre las imágenes de la violencia.

Bienvenidos al mundo de J.Y.