Ya no sorprende que volvamos a sorprendernos, pues viene ocurriendo, que cada uno de nosotros guardamos un alma multifacética que desarrolla según le viene en gana, y así, ahora calla y otras vocifera.

Antonio Flan, desde su, no se sabe qué momento, tiene la antipática costumbre de actuar como el 'pepito grillo' que propone revoluciones, y que luego huye a la menor contrariedad, quedando aquí nosotros, sus anfitriones, con la dicha de la ilusión por la idea, pero a la vez con el desamparo y temor de actuar consecuentemente.

Su último cuadro-instalación, 'Esto no hay quien lo enderece' (véase en nuestro espacio), nos propone enderezarlo (hágase en la visita), causando un nuevo torcimiento (resultado de conflicto para este responsable de la galería, que no sabe cómo realmente colocar ... el artefacto). Tiene su gracia, o no.

Claro, si recurrimos a su curriculum no podemos esperar otra cosa. Dícese a sí mismo heredero del siglo XIX, dios santo, que antiguo. Dícese seguidor del siglo XX, madre mía, que salvaje. Dícese, coetáneo-interactivo, pero, si no se aplica.

Eso no quita, para que hayamos vuelto a disfrutar montando esta exposición de Antoni Flan, esteta que mantiene el pulso entre la apariencia de las cosas y sus consecuencias intelectuales, que no son, a la postre, otra cosa que las propias ganas de vivir intensamente con el afán de compartir.