Exposición en Barcelona, España

Eva Blanch. Aquaparks

Dónde:
N2 Galería / Enrique Granados, 61 / Barcelona, España
Cuándo:
Desde 30 may de 2019
Inauguración:
30 may de 2019 / 19:00
Precio:
Entrada gratuita
Organizada por:
Artistas participantes:
Descripción de la Exposición
Eva Blanch estudió fotografía y diseño gráfico en la Escuela Superior de Diseño Elisava de Barcelona y en la Parsons School of Design de Nueva York. Cursó tres años de Psicología en la Universidad Autónoma. Ha trabajado como diseñadora gráfica y Directora de Arte en revistas y estudios de diseño editorial y web. En los últimos años ha compaginado su carrera como artista visual con la escritura. Ha publicado tres novelas, la última, Ahora que te vas (Tusquets Editores, 2019). Con la exposición Collages en la Galería Ignacio Lassaletta (2016), se hizo pública su faceta como artista plástica. AQUAPARKS es una serie de fotografías tomadas durante cuatro veranos en distintos aquaparks de España e intervenidas posteriormente con acrílico. El agua es un tema recurrente en la obra de la artista. En esta ocasión centra la mirada en el agua como juego, como herramienta para la diversión, como medio a través del cual ... se desatan las emociones y se hace patente la alegría de vivir... Captura esos instantes y los libera de su cualidad testimonial con la intervención pictórica. Las particulares estructuras y artilugios complementarios creados para un parque de estas características también atraen a la artista. Las formas y colores constituyen un mundo paralelo al de las figuras humanas, de gran plasticidad. En palabras de la artista: “Con mis proyectos fotográficos y collages he iniciado una nueva etapa profesional que no concibo como un principio, sino como un proceso natural al que me arrastra mi vocación por la imagen. Es el resultado de años dedicada al diseño gráfico, a mi pasión por la fotografía y las artes plásticas. La necesidad de comunicar emociones es el primer impulso que me lleva a crear” Tirarse por el tobogán por Juli Capella “Ver no es suficiente, tienes que sentir lo que estás fotografiando.” André Kertesz “Para poder disparar una foto necesito emocionarme” Cristina García Rodero Todos. Javier Cercas dice que hoy en día, no es que haya menos intelectuales que antes, al contrario, hay muchos más, porque cualquiera puede lanzar sus opiniones en un tuit o desde un blog. Ahora casi todos somos intelectuales y pontificamos. Con la fotografía pasa lo mismo, no es que se esté despreciando a los fotógrafos profesionales, es que ya todos somos fotógrafos, incluso bastante decentes. Basta ver los trillones de fotos que inundan las redes. Y lo mismo podríamos decir sobre ser artista, ahora –para ser más precisos desde Duchamp– cualquiera que haga algo intencionado como arte puede considerarse artista. Viendo lo que inunda los museos y centros de arte, ¿quién se lo podrá negar? Todo es posible para todos. Yo. ¿Qué valor artístico –no banal utilitario– tiene entonces hacer fotos hoy en día? Y sobre todo ¿qué sentido tiene exponerlas en una galería de arte? Sin duda alguna la excelencia. Pero eso no quiere decir gran cosa, porque ¿quién la valora y determina? El verdadero valor de una buena foto es la emoción que provoca en quien la ve. Perdón, en quien la mira. Y si vibra con ella, ¡et voilà! Ha sido así desde siempre, pero a veces ante la falta de goce, los críticos nos riñen por no entender y lo acatamos sumisamente. Error, todo aquello que me conmueva emocionalmente es arte para mí. Lo otro quizás también. Pero no de mi interés. La selección pues, la criba, la autoexigencia, es la clave para buscar diminutas pepitas doradas entre montañas de morralla creativa. Eva. Las fotos de Eva no tienen nada aparentemente espectacular o decorativo. Pero son excelentes. Rezuman sensualidad y eso las hace singulares y, por tanto, preciadas. Y si a la pericia de su lente y a sus motivos congelados en fotos, añadimos su posterior trabajo pictórico, la obra alcanza entonces una dimensión más que apetitosa. Un encuadre excéntrico llama la atención, pero las veladuras que resaltan las salpicaduras, que amortiguan la piel, que exageran el plástico, que avivan el agua, que disimulan accidentes, le acaban confiriendo un realismo conmovedor. Su obra trasciende a la foto para ofrecer obras de arte, manipuladas manualmente con pericia y elegancia. Son cuadrifotos o foticuadros. Arte. Te tiras con ellas por el tobogán a la piscina y te mojas. Me he quedado agradablemente empapado. Garrulo. No es posible ver estas fotos sin imaginarse una historia. Son evocadoras. No hay una narrativa concreta de Eva, sino una provocación con su elección de encuadres, para que cada espectador monte la suya. La mía es: la de una familia de garrulos que lleva todo el año esperando a que abran el parque acuático para lanzarse a lo bestia por toboganes, tubos y piscinas, para asustar a otra familia de tiquismiquis y voyeurs, que quieren acercarse a vivir el espectáculo, pero sin que les salpiquen. O unos niños gorditos inflados a patatas fritas y ganchitos que llevan seis horas chapoteando en el agua hasta que su piel se va arrugando mientras el pelo de la cocorota se les va chamuscando por el sol. También podría ser el contubernio de unos preadolescentes que se escapan de la tutela familiar, y mientras sus padres se amodorran en la siesta tras una paella con abundante sangría, aprovechan el tobogán para disfrutar los choques fortuitos, los roces permitidos del verano, para llevar a límite su balbuceante instinto erótico con otros preadolescentes pululantes en busca de lo mismo. Gemelos. Lo gracioso es que Eva no eligió este entorno como motivo artístico, ni siquiera lo vislumbraba. Sino que fueron sus hijos gemelos quienes la arrastraron cada verano a visitar estos parques acuáticos de diversas ciudades, Benidorm, Vilassar de Mar, Ibiza,... Ella empezó detestando este universo friqui, pero poco a poco fue apreciando la estética de estas estructuras locas y fantasiosas. Sobre todo quedó fascinada por la actitud de sus usuarios, gente desinhibida llena de alegría y pasión, feliz y campante. Le sedujo la vivencia auténtica. Tanto es así que ahora, pasados los años, es ella la que insiste en volver, ante la reticencia de sus hijos ya mayores, atraídos por otros universos lúdicos. A Eva le desagradan los parques de atracciones con sustos, chirridos, altura y velocidad, pero le atrae la presencia acuática, que a pesar de su cinetismo siempre ofrece un ámbito de relax. Agua. Esa es la cuestión aquí. Si nos ponemos a pensar, un elemento absolutamente raro y sorprendente. Que acaricia tu piel y tiene piel, como le gustaba decir a Jorge Wagensberg. Bajo la cual, cambia el mundo, se apaga el ruido, se ralentiza el movimiento y se nubla la vista. Aquí un agua controlada, domesticada por el hombre, no el océano salvaje, sino el agua dulce entubada y dirigida en bucle. El agua está presente en otros trabajos de Eva, en la serie de sus misteriosas Ofelias flotantes. Y el agua salada, en un baño revelador y mágico, que fue clave precisamente para decidirse en su relación con Oscar Tusquets, su esposo, padre de los gemelos, que a buen seguro le habrá contado algunos trucos pictóricos en el lance del acrílico que como excelente pintor domina. A algunos les sonará el nombre de Eva Blanch también como escritora y novelista, sí, también saca fotos escritas. Pero aquí no hemos venido a hablar de su libro. Solo a disfrutar mojándonos entre las fotos de sus disfrutes estivales.

 

 
Imágenes de la Exposición
Eva Blanch, SERIE TOBOGAN ROJO #1 Caída, 2019. 60 x 60 cm. Fotografía intervenida montada en madera. Impresión en papel Hahnemühle (200gr.) y pintura acrílica — Cortesía de N2 Galería

Entrada actualizada el el 13 may de 2019

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