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Voy por un camino, encuentro a un amigo mirando fijamente una pared en la que se ve un desconchado y en el hueco, el cemento del revoque que crea una especie de paisaje lunar. Inmediatamente le pregunto lo evidente. Responde que ese pequeño trozo encierra algo que le interesa. La relación que ve en el desconchado entre luz, sombra y volumen. Comenta que le gustaría traducir en pintura lo que ve, pero en plano, sin relieve alguno, no le interesa lo matérico. Recuerdo entonces las pinturas egipcias, la pintura bizantina, los primitivos italianos y todo lo conceptual que éstas contienen.
Un escultor hace un homenaje al músico Aita Donostia en lo alto de un monte, un pintor homenajea a un escultor poniendo una obra junto a las escaleras de la primera planta de su museo.
El escultor hace que esa obra recuerde a una boca o vaciado desde el que puedan salir sonidos que se pierdan en el cielo de los valles, el pintor hace que un pequeño fragmento de pintura recuerde la imagen del escultor, yacente o dormida, en todo caso latente, semienterrado en un páramo. Esta especie de retrato tiene un cierto parecido a los apóstoles de Aranzazu, una efigie sin rasgos propios, pudiendo ser el retrato de cualquiera a la espera de poder despertar.
El mismo escultor utiliza materiales pobres y de desecho (latas y tizas) para desarrollar algunas obras, maquetas y bocetos. El mismo pintor utiliza un lapicero. El escultor, con un lápiz en la mano, dice, sobre los escritores: 'hoy en día hablan con terror de la página en blanco cuando se ponen a pensar o a escribir, con terror de la página en blanco. La única felicidad es cuando yo veo la página en blanco y dejo dos palabras, tres, empiezo a combinarlas, lo mismo que he hecho en la escultura, combinaciones binarias, ternarias... y surge una metáfora, surge todo, yo soy feliz.
¿Quién ha hablado del terror en la página en blanco?, es el único sitio que vivo, es el Dios mío de papel'. El pintor decide dar una imprimación a la tela para que parezca casi un papel y con el lapicero hace un gesto constante sobre el lienzo uniendo pequeños espacios de grafito como si se tratara de un texto, creando un mar casi hipnótico de huecos blancos y trazos.
El pintor decide titular el cuadro Existe el amarillo al noroeste en referencia a un libro del escultor, que por cierto no ha leído. Amarillo, según Eva Heller es '[...] el color más contradictorio. Optimismo y celos. El color de la diversión, del entendimiento y de la traición'.
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
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