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Los artistas contemporáneos subliman sus inquietudes personales respecto a la sociedad en la que estamos ... insertos a través de sus obras. Cada vez son menos los que consiguen abstraerse de esa poderosa realidad social que oculta otras más sutiles y menos enfermas. La imaginación o la impronta personal se destinan al modo de retratarla, hacer crítica y llamar la atención sobre detalles clave de una complejidad tan grande en un mundo tan global y entretejido que comienza a generarse a sí misma lejos de nuestras voluntades. El arte hoy obliga a una toma de conciencia. El arte de este tiempo nace como una extraña flor del estercolero, como una flor esquizofrénica fruto de múltiples conexiones espaciotemporales. Mantiene un fluir paralelo a la sociedad desde el análisis, la deformación, la anécdota, la caricatura... siempre desde un enfoque fragmentario -el único posible- diagnosticado ya desde la posmodernidad. Lejos de los grandes sistemas representativos, el artista asume su proceso de individuación y lo hace extensible a las cosas, a las situaciones. Todo lo representable, desde la parte al todo, asume su sentido propio, su dimensión, la posibilidad de explicar el mundo desde sí mismo. Desaparecen las barreras y se mezclan sentidos, se trasgreden dimensiones y categorías. El arte contemporáneo genera por necesidad confusión y ambigüedad, haciéndonos penetrar en otro orden, un orden que posiblemente la sociedad contemporánea aún no contempla.

Las obras adquiridas por el Museo y la Consejería son un buen ejemplo de esta situación. Artistas de diferentes países, distintas disciplinas y sensibilidades, se reúnen en una plural exposición rica en voces adquiriendo un nuevo sentido al compartir un espacio común. Las lecturas se multiplican. Se podrían hacer cientos de discursos que, como en un hipertexto, siguieran infinitas ramificaciones posibles que resultarían maravillosas fábulas sobre el mundo actual, esa es la vertiente más lúdica de una exposición de nuevas adquisiciones, tomarlo como la cita que el destino estableció entre quince desconocidos.

Una de las artistas de mayor eco mediático que se incorporan a nuestras colecciones, aunque todos son bien conocidos en el panorama artístico actual, es Marina Abramovic (Belgrado, Yugoslavia, 1946). La fotografía adquirida -de gran contenido simbólico- forma parte de la documentación que se generó a partir de una acción múltiple llevada a cabo en 2005 en el Solomon Guggenheim de Nueva York, Siete piezas fáciles, en las que representaba siete performances paradigmáticas de la disciplina artística de la acción. Tras rememorar en siete noches consecutivas a Bruce Nawman, Vito Acconci, Valie Export, Gina Pane, Joseph Beuys y a sí misma, Abramovic clausuró con Entering the other side, una performance en la que se entregaba a su público y que acompañaba con una frase clave en este formato expresivo: 'Yo estoy aquí y ahora. Tú estás aquí y ahora. El tiempo no existe'.

Otras dos fotografías se integran en la muestra. La fotografía de la chilena Magdalena Correa (Santiago de Chile, 1968) consiste una caja de luz titulada Hot-Hot (2008) y pertenece a un proyecto mayor de fotografía y audiovisuales sobre desiertos como el Gobi, en este caso, a través del cual expresa 'la necesidad vital de vivir e investigar territorios geográficos y humanos que se encuentran en un estado de abandono y olvido absoluto. Desvelar mediante mi propia interpretación realidades existentes, absolutamente ajenas y desconocidas a nuestra cotidianeidad habitual'. Hot-Hot es una metáfora de la belleza que surge en lugares donde los rigores para la habitabilidad son manifiestos. La niña enferma (1995) que en brazos de su madre retrata con belleza la lúcida mirada de Cristina García Rodero (Puertollano, 1949) forma parte de la serie Georgia, sobre los refugiados kosovares, en la línea de sus conocidos reportajes, a medio camino entre el arte y la etnografía, con los que García Rodero nos está mostrando con inteligencia las particularidades de pueblos de medio mundo desvelando que, curiosamente, nos diferencian tanto como nos acercan.

La pintura, con su insustituible materialidad orgánica, tiene también su presencia en esta selección. Jorge Galindo (Madrid, 1965) está representado por un gran acrílico sobre tela que representa con sus habituales tonos pop y kitsch a un payaso, icono romántico ampliamente utilizado por el artista seducido por lo contradictorio de su esencia, alegre y melancólica, y sus evidentes posibilidades plásticas. Del sevillano Miki Leal (1974) el cuadro titulado El pájaro solitario parece hablarnos metafóricamente, a través de un canario y su desdimensionalizada sombra, del destino del alma humana en un entorno hedonista y domesticado. De carácter más industrial con reminiscencias del abstracto y pop es el cuadro de laca brillante sobre aluminio de Markus Weggenmann (Singen/hotentwiel, Alemania, 1953) Nr. 377 de 2008, de un poderoso cromatismo. Muy significativo es el título de las obras que componen El espacio visible, de Irene van de Mheen (Holanda, 1967), en las que sencillísimos trazos nos hablan del ilusionismo de la representación y el propio concepto de espacio. La pintura es protagonista también en la instalación de Claire Harvei (Reino Unido, 1976). Harvey aplica óleo sobre cristal de diapositiva o acetato de manera que se puede proyectar generando ambientes en ocasiones que ocupan toda la sala. En este caso, las diferentes viñetas o escenas se articulan en una instalación en la que se introducen materiales cotidianos como un huevo, una balda de madera o arena.

La gran versatilidad de que ha hecho gala la escultura de las últimas décadas se hace patente también en Experiencias 3. El tristemente irónico Autorretrato con trofeo de Baltazar Torres (Figueira de Castelo Rodrigo, Portugal, 1961) pone de manifiesto la penosa incidencia de la mano del hombre en la naturaleza. Totemlaxis de José Luis Vicario (Santander, 1966) nos habla también con ironía y lirismo de la protección en la sociedad y Leo Zogmayer (Austria, 1949), importante figura del minimal centroeuropeo, nos lanza a través de un aséptico cilindro de aluminio una pregunta tan hermosa como inquietante: ¿Es realmente tu viaje necesario?

El último bloque lo componen cuatro importantes vídeos. Uno es del santanderino Juan López, Numerosis, que a partir del reloj digital de una farmacia invertido nos advierte de la polisemia del signo y los mensajes ocultos y misteriosos que nos rodean. Liliana Porter (Buenos Aires, 1941) escenifica un espectáculo concierto con muñecos cargado de simbologías y dobles sentidos. Un bellísimo trabajo de Bjargey Olafsdótir (Reykiavik, Islandia, 1972) nos habla en un formato muy cinematográfico y elegante las sutilidades enrevesadas de las relaciones sentimentales. Este trabajo contrasta con el enérgico y violento vídeo de Anikka Larsson (Estocolmo, Suecia, 1972), Hokey, en que con una factura impecable y una música rotunda retrata este duro deporte, el mundo de las marcas y la publicidad, haciendo extensible así la lectura al propio ser humano en el juego de la vida, en la cancha de la sociedad.

Con Experiencias 3 damos la bienvenida a los nuevos inquilinos que poblarán nuestras salas expositivas. Estos nuevos inquilinos son fabulosos exponentes del arte internacional más actual y vienen a contarnos muchas cosas sobre nuestra sociedad y nuestra cultura, a desencadenar experiencias estéticas y reflexiones de la más diversa índole. Hacer colección es una de las más bonitas labores que asume un museo o una institución cultural. Supone dotar a la comunidad a la que sirven de un acervo de obras artísticas que van articulándose con las que llegaron antes, estableciendo poco a poco un sistema comunicativo con marca y sentido propios. Se genera así un todo orgánico en el que conviven obras de diversa índole reflejo de las infinitas actitudes con las que los artistas se pronuncian ante el mundo en el que vivimos. (Lidia Gil Calvo).