La selección de obras que alcanza un total de setenta y cinco y que ha sido seleccionada por el comisario José Manuel Cabra de Luna y el propio artista, se estructura en cuatro ámbitos fundamentales dentro de la trayectoria del pintor: en primer lugar, dibujos y cuadros de su adolescencia, además de naturalezas muertas y sus nuevos Paisajes Inestables, sin olvidar sus retratos.

Las obras reunidas en torno a naturalezas muertas descubren su regreso a la abstracción, presente en su formación, que se adivina en sus posteriores trabajos y que, a partir de 1997, resurge como una nueva forma de expresión, como una necesidad innata, que siempre presente en sus trabajos se plasma con fuerza, como una necesidad imperiosa.

Cerca de la cincuentena son los retratos presentados: algunos de ellos oficiales, como el del Rey ... de España del Patrimonio Nacional, y de varios ex-Ministros, científicos y académicos. Otros dedicados a sus hijos Sombrero Grande y Los Hermanos Quintero. Pero su interés por el retrato abarca además desde el del cineasta Pedro Almodóvar a muchos otros amigos del artista. De especial interés tiene la sala dedicada a temas sefardíes, desde la imagen aristocrática de un joven sefardí con turbán al gran cuadro de la fiesta judía de Purim.

Sus ahora tan habituales Paisajes Inestables nacen de un total dominio de la técnica (adquirido en su etapa anterior), el artista hace convivir –dentro del mismo concepto de inestabilidad– el paisaje real con el imaginario, fundiendo realidad y ficción. Daniel Quintero hace creíble un paisaje que pasa a ser suyo, por el uso personal del color –más sentido que visto– que impregna de armonía el caos en una obra plena de emoción y atemporalidad.