El observador de una obra de arte entabla un diálogo intimista, que no necesita interpretación ajena alguna, pues cualquier disquisición intrusa mediatiza al que observa. En la contemplación de una obra pictórica sólo debe orientarse por los sentidos y por la interpretación de las emociones. Lo demás hace que el espectador tome caminos posiblemente equivocados. Por todo ello, hemos deseado que nuestra obra sea un monólogo en el que cada obra se exprese por sí sola, y el espectador solo sea el receptor de inquietudes.
Entrada actualizada el el 15 nov de 2016
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