De ahí la elección del papel para construir esos cuerpos: una vez lo has arrugado es imposible volverlo a dejar como estaba; siempre quedará un rastro. Y el ser humano, según Macarro, es igual que el papel. La vida nos transforma irremisiblemente, y ninguna de nuestras decisiones tiene marcha atrás.

Esa fragilidad contrasta con la aparente perfección y solidez de la forma humana. Podría decirse que se trata de esculturas del período helénico, perfectas, impolutas e inmunes al paso del tiempo y a cualquier emoción, pero todo es una ilusión: en Frágil, los cuerpos están huecos, potenciando así lo vulnerable y lo efímero que, en el fondo, es lo que nos hace realmente humanos.

Podría decirse que el mensaje de Frágil es pesimista y desesperanzado, pero Macarro no está de acuerdo: 'aunque en esos cuerpos hay partes rotas, otras siguen intactas'. Una oportunidad, pues, para la esperanza, y un mensaje claro: la vida sigue, a pesar de todo.

La obra de Juan Manuel Macarro no es extensa, pero ha tenido ya gran repercusión, ha sido galardonada en varias ocasiones y determina un estilo particular, que confiere a sus creaciones el carácter necesario para construir una trayectoria única.

A grandes rasgos, el conjunto de su producción se asienta sobre los siguientes pilares:

El ser humano

El protagonista de la obra de Macarro siempre ha sido el cuerpo humano. Las personas, sus historias, sus secretos, su interior y su exterior constituyen el eje de todos sus trabajos. No en vano el fotógrafo se define como retratista antes que fotógrafo. 'Todos nos identificamos más con un ser humano, ya que se establece un mayor vínculo con lo fotografiado,' asegura. Un vínculo que hace posible una identificación con el sujeto, sin la cual es imposible la comunicación de emoción alguna.

El simbolismo

La descripción que Jean Moréas hizo sobre el simbolismo en su manifiesto podría adaptarse a la obra de Macarro: 'en este arte, las escenas de la naturaleza, las acciones de los seres humanos y todo el resto de fenómenos existentes no son usados para expresarse a sí mismos; serán más bien plataformas sensibles destinadas a mostrar sus afinidades con una idea'. En una relectura contemporánea del concepto simbólico, esa idea transforma el sujeto y su entorno de manera radical, convirtiendo la fotografía de Macarro en un reflejo siempre perturbador de las emociones humanas. Así, el entorno, el paisaje y el objeto (y a menudo la objetivización del sujeto) multiplican sus niveles de significado, siempre al servicio de la estética y el símbolo.

El color

Frágil presenta una paleta de colores aséptica y una mesura estricta en el uso de la paleta cromática. Esa elección contrasta con el prolífico uso de la saturación, de marrones y oros, en anteriores trabajos, pero entronca en una determinación consciente y manifiesta de jugar con el color y un rechazo explícito al blanco y negro. 'Veo la vida en color y por eso fotografío en color', comenta Macarro, y añade: 'cuando hay luz, hay color; y cuando no hay, hay sólo negro'.

La decadencia

Es un concepto recurrente en las diferentes colecciones del fotógrafo, interpretado de diversas formas, nunca redundantes. Un gran ejemplo de ello es su última serie In Tenebris Lucem, cuya estética entronca directamente con el tenebrismo de Rembrandt, Caravaggio o Ribera. El entorno del sujeto se convierte en reflejo absoluto del interior, dotando al conjunto de una atmósfera de aires casi místicos.

Las influencias

Su amplia trayectoria en el mundo de la moda (trabaja como fotógrafo en el prestigioso estudio barcelonés de Laiguana) han influenciado decisivamente su obra artística, no sólo en la elección del sujeto como elemento central de sus fotografías, sino en todo el proceso creativo. Macarro también se reconoce admirador de grandes nombres del género como Avedon, Leibovitz, Horst y Mondino.

Modelos no profesionales

A pesar de que su trayectoria en el mundo de la fotografía de moda le da acceso al uso de modelos profesionales, Macarro prefiere no utilizarlos. 'Sería más fácil obtener un buen resultado con rapidez, pero no es eso lo que busco', afirma. Sus personajes son amigos o gente de la calle, con los que trabajar constituye un desafío: captar no sólo el concepto que se quiere transmitir, sino también la personalidad única del fotografiado. El resultado: una naturalidad no impostada y un vínculo único entre ambos, el mismo vínculo que el fotógrafo espera establecer con el espectador de su obra.