Como su título indica, elegido por un especialista en lenguas, no se refiere a los posibles rastros de una investigación arqueológica, sino todo lo contrario: la plasmación gráfica de un confuso pensamiento, que como los balbuceos de los niños todavía no tienen una razonada y reglamentada codificación. De ahí sus confusas formas, pero ya con su ordenada plasmación en razonadas horizontales e interrupciones rítmicas expresivas. Quizás por la edad que ya va siendo avanzada mi pensar esté cada vez más seguro de que no tiene nada seguro. Quizás sea la tan antigua relación entre los viejos y los niños, unos por haber razonado demasiado, sin resultado, aquellos por no haberlo empezado todavía. Todo queda confuso como al principio, excepto la potencia de las obras de arte, a las cuales uno se quisiera aproximar.