Exposición en Barcelona, España

Happy Family

Dónde:
Fundación La Caixa - CaixaForum - Espai Montcada / Av. Ferrer i Guàrdia, 6-8 / Barcelona, España
Cuándo:
09 oct de 2007 - 30 dic de 2007
Comisariada por:
Artistas participantes:
Descripción de la Exposición
Un taxidermista obsesionado por el control de la naturaleza, un coleccionista apasionado por la adquisición de nuevos tesoros, un artista que busca lecturas no oficiales y un espectador perplejo. Todo esto conforma esta exposición que recupera la esencia del Museo Darder de principios del siglo XX para confrontarla, con espíritu crítico, con una mirada contemporánea. “Happy Family” es la «primera entrega» de Euforia. Casos de optimismo extremo, el nuevo ciclo de cuatro exposiciones del Espai Montcada de CaixaForum. El ciclo “Euforia. Casos de optimismo extremo”, está comisariado por David Armengol.

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El concepto de taxidermia procede del griego («ordenación o colocación de la piel») y se define como el «arte» de disecar animales para conservarlos y presentarlos como si estuvieran vivos. Del mismo modo que el taxidermista explora la realidad y la diseca con la intención de que sea accesible, el artista la fragmenta y la disecciona ... para ofrecernos otras lecturas (que pueden ser críticas, irónicas, documentales, poéticas…) sobre todo lo que nos rodea. Así, el artista y el taxidermista comparten, salvando las distancias, la intención y la finalidad: la representación manipulada de la realidad y su presentación a los demás como una supuesta verdad.

Happy Family, de Rafel G. Bianchi, es un proyecto obsesivo que genera un ejercicio de identificación eufórica con el contexto de estudio que ha elegido: el Museo Darder de Historia Natural de Banyoles y la mentalidad propia del siglo XIX de Francesc Darder Llimona, veterinario y taxidermista catalán que lo fundó en 1916. Bianchi se contagia de procedimientos y maneras de actuar ajenos y los lleva sutilmente a su terreno, para profundizar en uno de los principales motores de su trabajo en arte: el análisis exhaustivo de la condición de artista hoy, que él ha situado entre la necesidad y el absurdo.

Happy Family sitúa en un mismo escenario —la vitrina de un museo— cuatro figuras emblemáticas de la filosofía que definió, a principios del siglo pasado, el Museo Darder: un león disecado en actitud agresiva, el polémico bosquimano de Banyoles, la rata escritora y el propio taxidermista y coleccionista, Francesc Darder, que cierra el conjunto. Son cuatro esculturas de fibra plástica que, de una manera al mismo tiempo próxima (reproducción a escala 1/1) y distanciada (el material utilizado las aleja voluntariamente de la estética de la taxidermia) reflejan una síntesis personal del pensamiento del siglo XIX y de su manera, controvertida desde el presente, de concebir el mundo. Es un nuevo relato —sintético, idealizado, falso (ni el león, ni la rata, ni el bosquimano se expusieron nunca juntos, y aún menos ante la figura patriarcal del propio Darder, que no se reprodujo jamás en el museo)— que recoge al mismo tiempo todos los relatos —verídicos y ficticios, reales y fantásticos— que giran en torno a la figura de Darder y su colección de historia natural.

Los conceptos museológicos y museográficos del primer Museo Darder de Banyoles —reinaugurado este año, después de una extensa reforma, con el nombre de Museo Darder. Espacio de Interpretación del Lago— quedan lejos de nuestros valores sociales actuales, pero este desfase y este conflicto respecto a una mirada actual es lo que atrae y seduce especialmente a Rafel G. Bianchi. El interés de este museo, al fin y al cabo, no es tanto de tipo científico, desde la voluntad de dar a conocer los misterios de la naturaleza —que era el objetivo que lo guiaba en 1916—, sino más bien histórico y sociológico, ya que nos ayuda a comprender una época concreta de nuestro pasado (finales del siglo xix y principios del xx) cargada de prejuicios y de arrogancia cultural desde Occidente. Es una realidad que, pese a ser censurable, no deja de implicar cierta actitud de euforia ante el conocimiento: la euforia del saber definida —o mal definida— desde una superioridad planteada en términos de ignorancia o de inocencia naïf. De este modo, y consciente de su falta de validez actual, Happy Family recupera una posición obsoleta que proporciona a Bianchi un nuevo contexto de confrontación y de indagación de la realidad a partir de los mismos códigos de trabajo que definen su trayectoria artística.

Siguiendo el proceso de caracterización estricta del taxidermista, el origen del proyecto se sitúa en el análisis y la investigación de los cuatro personajes: el león, el bosquimano, la rata y el taxidermista. Francesc Darder (1851-1918) fue una figura representativa del pensamiento científico de su época y de la manera de entender las ciencias naturales. Veterinario, taxidermista y coleccionista, editó varias revistas de historia natural (como El naturalista) y abrió en Barcelona una tienda de animales disecados que suministraba material a escuelas e institutos. Posteriormente, gracias a sus conocimientos sobre el reino animal, se convirtió en el primer director del Parque Zoológico de Barcelona.

Si buscamos el vínculo inicial entre Francesc Darder y Banyoles descubrimos que el veterinario y taxidermista —que no era natural de esta población— solía visitar la ciudad para tomar baños termales. Durante sus estancias, Darder, un gran apasionado de la piscicultura, se interesó por las características del lago, e inició unos ensayos de aclimatación de especies que transportaba en grandes acuarios. En el año 1910, Darder organizó la primera «Festa del Peix», con un éxito rotundo de participación ciudadana, y a partir de aquel momento fue nombrado Hijo Adoptivo de la Ciudad. En 1916, como muestra de agradecimiento, donó su extensa colección a Banyoles y se inauguró el Museo Darder. En sus salas se expusieron públicamente el felino disecado de Happy Family (un león del Zoo de Barcelona que, supuestamente, había atacado a Darder y había condicionado, de manera indirecta, sus curas en Banyoles), la rata que, según lo que se explica en una pequeña placa, está escribiendo a su benefactor —el Sr. Darder—, y el bosquimano conocido popularmente como «el negro de Banyoles» y motivo de un escándalo que superó con creces las intenciones iniciales del taxidermista y se convirtió en una agria polémica de alcance internacional. Francesc Darder murió dos años después de la inauguración del museo, pero la exhibición del humano disecado provocó un conflicto moral que duró casi setenta años y que tuvo su momento culminante cuando se celebraron en Banyoles las pruebas de remo durante los Juegos Olímpicos de 1992.

Una vez situado y familiarizado con todos los detalles que definen el museo —la personalidad obsesiva de Francesc Darder, la controvertida polémica sobre el bosquimano, la ficción de la rata escritora o los rumores populares en torno al león—, Rafel G. Bianchi inicia la laboriosa labor de reproducción de estos cuatro personajes. Por un lado, las visitas al renovado Museo Darder. Espacio de Interpretación del Lago le facilitan que pueda conocer de primera mano el león y la rata, unas piezas que, pese a su deterioro físico, siguen formando parte de la colección. Por otro lado, la documentación visual y textual existente le permite aproximarse al bosquimano, ahora sólo a través de un vídeo, y también a Darder.

De este modo, la peculiar estructura familiar empieza a funcionar en dimensiones reducidas, en su taller, y en ese momento el ejercicio de taxidermia y disección de la realidad que propone Bianchi inicia un proceso de multiplicación durante el cual se van incorporando progresivamente nuevos agentes a Happy Family. Paso a paso, la idea utópica del artista —un conjunto escultórico capaz de sintetizar una manera específica de pensar— va tomando forma. A partir de las pequeñas maquetas diseñadas durante su periodo inicial de investigación y estudio, una empresa valenciana especializada en la construcción de fallas se encargó, finalmente, de otorgar a la familia su dimensión original: una copia exacta, y de tamaño real, de los cuatro personajes.

Una vez encauzada la elaboración de las figuras, y del mismo modo que el taxidermista del siglo xix estudia y decide la mejor manera de conservar, proteger y exhibir sus piezas, Bianchi centra su interés en la vitrina. Éste es un elemento habitual de exposición que en Happy Family, más allá de un simple sistema de presentación de los objetos mostrados, funciona como un dispositivo de discurso y adquiere así una categoría similar a la de las propias esculturas. Fiel a esta premisa, Bianchi propone a Martí Anson —un artista interesado especialmente en las aplicaciones arquitectónicas en arte— el continente específico para sus figuras: una vitrina de madera con placas de cristal e iluminación a base de fluorescentes que, siguiendo unos códigos expositivos más propios del siglo xix, agrupará a los cuatro personajes para que sean exhibidos colectivamente al público.

De una forma voluntaria y consciente, el león, el bosquimano, la rata y el taxidermista de Happy Family no generan dentro de la vitrina ninguna narración común. Sin embargo, emulando los completos diaporamas y las recreaciones artificiales que inventa el taxidermista del siglo xix, Bianchi decide completar su conjunto escultórico con un dibujo expuesto en una caja de luz, en el que se muestra a los personajes interactuando y conviviendo en armonía. Es una imagen cercana al relato bíblico de un libro de catequesis, con sus actitudes teatralizadas y forzadas, que invita a una interpretación flexible e irónica de la supuesta vida de sus protagonistas. Este segundo ejercicio expositivo hace entrar en juego al estudio de diseño gráfico La Mosca.

Por otro lado, el artista invita a Andrés Hispano a escribir para el catálogo de la muestra un ensayo específico sobre la evolución de estos displays a lo largo de nuestra historia reciente, y esta incorporación crítica se contrapone a la funcionalidad de la vitrina como si se tratara de un quinto personaje.

Así concluye el meticuloso proceso de producción de Happy Family, un proyecto largo y exhaustivo que recupera de una manera precisa, aunque distante, la esencia del Museo Darder de principios del siglo xx para confrontarla, con espíritu crítico, con una mirada contemporánea. Todo ello, a pequeñas dosis y de manera sutil, se nutre de múltiples y fugaces estados de euforia: la del taxidermista obsesionado por el control de la naturaleza, la del coleccionista apasionado por la adquisición de nuevos tesoros, la del artista que busca lecturas no oficiales de la realidad, la del espectador perplejo del primer Museo Darder o, situados ya en el presente, la del usuario y receptor actual de arte contemporáneo.

 

 
Imágenes de la Exposición

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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