PalmaDotze presenta esta muestra de Joan Hernández Pijuan (Barcelona, 1931 - 2005), no solo por tratarse de uno de los pintores más interesantes del ámbito artístico nacional de la segunda mitad del siglo XX sino también porque esta galería tuvo el privilegio de conocer este artista y acoger en más de una ocasión su obra. Han pasado más de veinte años de su primera exposición en PalmaDotze, y el interés y fascinación por su vida y obra continúan más vigentes que nunca y son objeto de continuas revisiones, ya sea en exposiciones como en catálogos y publicaciones.

Hernández Pijuan ocupa una posición singular entre los artistas españoles de las últimas décadas, por tener uno de los lenguajes pictóricos más íntimos y personales ... que lo situó al margen de las sucesivas corrientes y estilos dominantes. Se inicia en la pintura con un lenguaje figurativo y también figurativas eran las primeras obras que expuso entre 1955 y 1956. En 1957, se instala en Paris por un año y medio y allí, además de asistir a clases de grabado y litografía, conoció las tendencias abstractas francesas y el expresionismo abstracto americano, que influenciaron su obra a lo largo de la década siguiente. A principios de los setenta, pero, el pintor imprime definitivamente, un giro en su obra. Como él mismo expresó en diversas ocasiones, empieza a 'ser él mismo' y se acaba el período de búsquedas e influencias, centrándose en una figuración sobre la que aplicó lo que sería básico, constante y propio de toda su creación posterior. Por un lado la síntesis, aplicada al color, a las formas -que progresivamente se vuelven más simples y esquemáticas-, e incluso al proceso, y por otro, el sentido espacial, que tiene como punto de referencia el paisaje. Especialmente el paisaje rural de La Segarra -comarca interior catalana- a la cual se siente familiar y vivencialmente vinculado y que según el artista condicionó su forma de ser, vivir y también su pintura. Éste aparece en sus cuadros ya sea representado como espacio ordenado o aludido a través de la referencia a grandes superficies moduladas o vibrante, y al mismo tiempo puede convivir con la evocación de perfiles de arquitecturas, árboles, plantas o flores. Evocación, en definitiva, a la que el pintor recorre para transmitir el sentimiento de tranquilidad y sensualidad, vivido por él mismo, en ese paisaje.

La presente muestra reúne una treintena de obras, sobre tela y papel y también litografías, realizadas entre los años setenta y 2005, de las que destacamos la obra 'Ametllers en flor' de 1995.

Las más de 170 exposiciones e todo el mundo, incluidas las realizadas en prestigiosos museos le valieron reconocimientos como el Premio Nacional de Artes Plásticas (1981), la Creu de Sant Jordi de la Generalitat de Cataluña (1985) o el Premio Artes Plásticas Ciudad de Barcelona (2003), por la coherencia de la exposición «Tornant a un lloc conegut. Obres 1972-2002», presentada en el MACBA en 2003. Asimismo, su obra va más allá de la creación pictórica y se adentra también en la producción de textos académicos -ejerció muchos años de profesor y más tarde de catedrático y decano en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona- y otros de carácter literario. En los últimos, como el texto que hemos recuperado para acabar esta nota, el pintor expresa sus emociones y puntos de vista sobre la pintura, sus influencias y su propia manera de pintar:

'Muchas veces he pensado que este gusto por el vacío y por la parquedad de elementos que utilizo me vienen dados por el sentimiento, por la memoria, y no tanto por el recuerdo, de las temporadas, en mi infancia y primera juventud, a los paisajes sobrios y duros, y hermosos por esta misma sobriedad, como el de La Segarra leridana.

Paisaje alto, de tierras llanas o bien onduladas, de horizontes bajos, trabajados por la mano del hombre, acotados por arquitecturas populares, de radicales cambios de color, de color total, de luz dura, de veranos espesos en los que el color, casi en monocroma, pastoso, se hace materia.

Paisaje al cual retorno con frecuencia y donde comparto, junto con el de Barcelona, taller y horas de trabajo. Quizás de allí proviene esta radicalidad del color, esta luz no impresionista, no atmosférica, mi gusto por la monocromía, por el color pastoso, por el color total, por el color radical y por la acotación que señala límite o por los límites que delimitan espacios.

Si he hablado de que se trataba de 'convertir el espacio en algo que uno mira' podría decir también que se trata de convertir el paisaje en algo que uno mira.' Joan Hernández Pijuan, Folquer (Mayo 2005)