La Exposición intenta presentar los elementos más relevantes que conforman la realidad española en este tiempo, prestando atención preferente a los aspectos culturales y a los proyectos político-administrativos de mayor incidencia en la configuración de la sociedad contemporánea.

Se adopta como punto de partida el tiempo de la Ilustración, cuyo apogeo en España se alcanza entre 1788 y 1808. En este periodo se desarrollaron muchos proyectos planificados décadas antes, en especial durante el reinado de Carlos III, y se realizaron interesantes innovaciones, siempre con la mirada puesta en los acontecimientos europeos y en la preocupación por el impulso del reformismo en América.

En este proceso ocupa un lugar central la monarquía, pues define la forma de Estado; por su parte, la corte real constituye el núcleo de poder que avala -o dificulta- los proyectos reformistas. De ahí que la sala 1 de la Exposición esté dedicada a ... presentar a la familia real y la siguiente sala 2 a las personalidades que marcan el tono del periodo mediante su actuación, en el ámbito político y/o en el cultural.

La importancia del "ilustrado" queda realzada en la sala 3, dedicada a poner de relieve los rasgos definitorios no sólo de un tipo humano de la época, sino también de una actitud, caracterizada por el racionalismo (el sapere aude kantiano), la preocupación por la enseñanza y el gusto por las bellas artes, el reformismo económico-social y las actitudes filantrópicas, extremos que, a su vez, son abordados en la sala 2.

El urbanismo, la arquitectura y la ingeniería de la que se ocupan las salas 6 y 7, y 8 fueron campos especialmente pródigos en proyectos reformistas. Unos fueron llevados a la práctica, otros quedaron en brillantes proyectos, pero unos y otros constituyen una prueba del alcance y de la profundidad de la Ilustración española. Por lo demás, esta sala es una demostración fehaciente de la finalidad utilitaria del reformismo ilustrado, lo cual contribuye a completar la idea de este tiempo de innovaciones al que se refiere esta Exposición.

En estos espacios se trata de mostrar la abundancia y calidad de propuestas, las cuales estaban conectadas directamente con las ideas científicas de la Europa de este tiempo. Un factor determinante en este sentido fue la relación de España con Francia, aunque no fue ésta la única referencia internacional.

Las desavenencias políticas internas entre dos facciones de la corte española, puestas de relieve de forma drástica en los sucesos de 1808 (desde el motín de Aranjuez hasta el desencadenamiento, en mayo de ese año, de la sublevación contra Napoleón) marcan un tiempo nuevo, caracterizado por la contraposición de opciones, desarrolladas en el ámbito interno (enfrentamiento entre los partidarios de Carlos IV-Godoy y los parciales del príncipe Fernando) y en el externo (entre los españoles y Napoleón). A ello se alude, brevemente, en la sala 9, la cual no pretende plantear en toda su dimensión la Guerra de la Independencia, sino únicamente dejar constancia de la nueva situación de conflicto que quiebra la época de la Ilustración, aunque no supone una ruptura ideológica.

En el conflicto aludido se enmarcan dos elementos nuevos de gran importancia. Uno es la actuación de José I, cuya política, de signo reformista y claramente continuadora del espíritu ilustrado, tiene incidencia en distintos ámbitos y, en particular, en el de las bellas artes, como se muestra en la sala 10, mediante la exposición de un buen número de obras de arte que fueron trasladadas a Francia o se proyectó trasladarlas. Esta sala refleja de forma contundente el alcance, en un determinado campo, del conflicto aludido.

El tiempo de la Guerra de la Independencia es, al margen de las operaciones militares, el comienzo de una época nueva, en la que fundamentalmente se enfrentan dos opciones, cada una de ella con pretensiones de ofrecer soluciones para el futuro o -según la terminología de la época- dispuestas a "regenerar a la monarquía española". Una es la afrancesada, articulada en torno a José I. La otra es la patriota, definida alrededor de la figura de Fernando VII, pero desarrollada de forma extraordinaria por las Cortes de Cádiz. La dialéctica entre estas dos opciones, o soluciones al conflicto, se muestran en las sala 11 y 12, la cuales es, por una parte, cierre del discurso expositivo y, por otra, apertura a un nuevo tiempo en el que el debate ya no se desarrolla en torno a la aceptación o el rechazo de la Ilustración, sino en la contraposición entre el modelo liberal (encarnado por la Constitución de 1812) y el absolutista (personificado, aunque de manera equívoca, en Fernando VII).

La España que comienza en 1814, fecha límite de la Exposición, es, evidentemente, muy distinta a la que se halló Carlos IV al iniciar su reinado, en vísperas de la Revolución Francesa. Con sus luces y sus sombras, es la España contemporánea.