Fernando Martín Godoy (Zaragoza, 1975, vive y trabaja en Madrid) presenta en Imágenes de archivo una instalación de 58 piezas en tinta china sobre papel. El título de la exposición hace referencia a las imágenes utilizadas por los medios de comunicación para ilustrar una noticia: al aparecer acompañadas del rótulo que las certifica como imágenes de archivo, éstas, rescatadas, adquieren una misteriosa objetividad y atemporalidad. En consonancia con líneas de investigación de trabajos anteriores, el artista se nutre de imágenes de fuentes diversas, de material propio y de otros encontrados en internet, y que va almacenando en carpetas digitales para su posible uso en un futuro; para, en este caso, elaborar una suerte de retablo de recuerdos inventados, de falsa autobiografía, en el que la realidad se confunde con la ficción.

El conjunto tiene el espíritu acumulativo y evocador de ... los álbumes de fotos, de las colecciones de recortes o de cromos o de los tablones de fotos de ídolos que se pueden encontrar en los talleres o en los bares. Los dibujos, basados en imágenes que en un principio no tienen mucho en común, se muestran en un gran grupo lineal y agrupados por familias, proponiendo una extraña y difusa línea narrativa que necesariamente dependerá de la experiencia del espectador, a la que el artista deja conscientemente un amplio espacio. Entre otros motivos, en tres de las obras podemos ver a los pintores Gerhard Richter, Marlene Dumas y Alex Katz situados delante de un papel en blanco y rodeados de una oscuridad inmensa, como si estuvieran solos en el mundo a la hora de afrontar su cometido. La densidad de la tinta, utilizada en muchos casos en estos dibujos para ocultar lo que hay debajo, remite a la densidad del tiempo, que vela los recuerdos y las experiencias. Encontramos también dos versiones de un mismo paisaje, como si fueran dos fotogramas de una misma escena. Personajes exóticos, interiores en penumbra y objetos indeterminados. A menudo se centra la mirada en algo que no se puede distinguir bien porque está borroso, tan sintetizado formalmente que cuesta reconocerlo o simplemente porque está sumido en la oscuridad. Escenas que nos llevan a un cierto desconcierto y a la inquietud de querer saber más, y que nos obligan de un modo magnético a seguir mirando, leyendo la narración, al fin y al cabo.