Francisco Palazón despliega en esta muestra toda su rica versatilidad, que nos invita, inexorablemente, a adentrarnos en su intramundo de luces, formas y colores. A lo largo de su ya dilatada trayectoria profesional, en la que no ha querido limitarse a una única dirección de expresión, este joven y prometedor pintor ha aventurado su talento en la exploración sincera y profunda de diferentes estilos y temáticas, que plasman retazos de su auténtica personalidad y, sobre todo, de su dimensión más humana.

Oriente se expone como un camino infinito, un sueño que evoca el misterio insondable, un tanto críptico, un tanto místico, donde prolifera, dominante, abundante, la amplia gama de ocres, todos los matices de la fecunda tierra, sin quedar olvidados otros colores. El alma barroca del artista se esclarece y disciplina en esta serie, donde se precisa tanto su trazo como su composición, adivinándose su fascinación por este ... universo estético. Las figuras apenas se asoman al lienzo, y se presentan casi desvanecidas y algo espectrales, insinuando, al ojo de quien las contempla, poder ser completadas a su propio capricho. Esta misma corriente orientalista influye en gran medida también en su amplia temática de estéticos murales, aunque mucho más esquematizada en su delicado trazo.

Sus representaciones de estilo realista muestran mucho del artista, mucho de su autoindagación, valiente y decidida. Las protagonistas son indiscutiblemente las emociones, fuertes, profundas, traducidas en imágenes, donde cada pincelada lleva el peso de un proceso vivido. Son retratos sinceros, directos, desprovistos de maquillajes superfluos.