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Esta exposición recoge algunos ejemplos de obras que reflexionan sobre la vergüenza a través de la compleja relación entre el sujeto y un cuerpo en constante degradación.
El proceso íntimo de la vergüenza se convierte en estas obras en un ejercicio colectivo en el que el espectador actúa como testigo de una vergüenza ajena que creerá reconocer como propia. Sin embargo, como experimentamos en la obra de Andrea Büttner, I Feel Shame/We Feel Shame/I Feel Shame (2009) el proceso
... de avergonzarse tiene tan sólo sentido de forma individual, en primera persona. De ahí que toda frase que reconozca la vergüenza de una forma colectiva con el uso del plural, se convierta en un oxímoron, en una contradicción.
A modo de confesión se articula también la obra de Jérôme Bel que recoge la última actuación en la opera de Paris de la bailarina Veronique Doisneau, nombre que da título a esta obra de 2004. Frente a la fastuosidad del lugar, la bailarina se presenta ante su público con su ropa de ensayo para desvelar, en primera persona, detalles íntimos y ahondar en la difícil relación que mantiene con su cuerpo y cómo este ha condicionado su vida profesional.
Sobre este aspecto, la compleja relación entre el ser humano y su cuerpo, reflexiona también el vídeo Forever (2006) de Julika Rudelius. Específicamente, sobre la imposibilidad de perpetuarse del ser humano, de permanecer en este mundo a pesar de tener inmejorables medios económicos y sociales.
En Mum (2003) de Meiro Koizumi, somos testigos de cómo una escena de la vida cotidiana se transforma en un escenario bélico que sugiere la fragilidad del cuerpo y lo inesperado de la llegada de la muerte.
Denuncia Universal de Privilegios del Hombre (2012), de Manuel Saiz, hace referencia al constructo social en el que vivimos y a cómo hablar de Derechos Humanos resulta incierto en la medida en que tenemos un cuerpo que condiciona y determina nuestra existencia.
Con The Shy Camera (2007) de Gregor Kuschmirz la vergüenza, un sentimiento propio del ser humano, se trasladada al mundo de las máquinas y la tecnología. La máquina muestra su vergüenza ante la presencia del ser humano.
Y es con La Cabina (1972) de Antonio Mercero donde, como espectadores, sentimos la impotencia y consiguiente sufrimiento del ser humano ante un encierro involuntario en su propio cuerpo. En este caso, una cabina de teléfonos actúa como metáfora de un cuerpo avergonzado ante su propia mirada y la mirada amenazante de los demás, lo que agudiza el sentimiento de soledad de ese encierro y la imposibilidad de desprendernos de lo que somos.
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
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