La raíz creativa de esta artista catalana le viene dada por el mundo del espectáculo, habiendo trabajado en teatro y televisión, y siempre paralelamente con la pintura, finalmente se decantó por ésta última. Las suyas son obras matéricas, ricas, elaboradas, nos muestran una exquisita combinación de colores, ya no tan vivos como en los inicios sino más reflexivos, y mezclados con una buscada y siempre presente textura, que combina armónicamente con el detalle no figurativo, con el dibujo insinuado, con la incisión sutil. Contribuyen sin duda los estudios y las experimentaciones continuadas con el dibujo, que a veces aparece con un punto de onírico o surreal, a veces con reminiscencias de un Klee o un Ponç quebradizo en la línea.

Detrás de todo eso hay, sin duda, una voluntad de expresión sin condiciones ni planteamientos a priori, sin estrategias, Joana ... Figueres no busca la trascendencia, sino que es más visceral, busca una comunicación estética. Es un estallido de creación que se deja guiar por el instinto, por el sentimiento auténtico del artista, por el deseo de encontrar una vía propia que no sea el resultado de ningún prejuicio estético. La intuición de los colores que se combinan, la intuición de las cuestiones que angustian, la intuición de las formas que hacen de un paisaje un dibujo esencial, casi abstracto.

Las pinturas de Joana nos muestran un discurso abierto, una gama de posibilidades que sólo puede ser el resultado de una búsqueda constante, de un deseo deliberado de no encallarse en ninguno de los planos de su carrera. Por eso nos interesa cada paso de su camino, porque despierta nuestro interés y nuestras emociones, y porque sabemos que lo único que la guía es la libertad irrenunciable del artista: la libertad de crear.