El trabajo se ordena generalmente en series, grupos de imágenes que provocan un efecto obsesivo y reiterativo de los diferentes temas. Cada cuadro constituye, sin embargo, un retrato individualizado de un objeto imaginario.

En todas estas obras se repite una misma composición espacial, formada por una lámina de tierra sobre la que se sitúa la figura central. Esta reiteración compositiva otorga unidad y una línea argumental al conjunto de las obras y al mismo tiempo hace más evidentes las distintas variables formales que adquiere cada motivo. Estas figuras no tienen una clara definición narrativa, son casi siempre sugerencias, posibilidades temáticas que surgen del propio proceso pictórico, a partir de una interrelación entre la materia del primer plano y el espacio envolvente y atmosférico del fondo. La figura central surge de un entrecruzamiento de gestos y direcciones, adquiriendo generalmente una forma ... orgánica e irregular, donde quedan en evidencia los aspectos más táctiles y expresivos de la materia. Estos elementos de aspecto residual y amorfo, permiten miles lecturas e interpretaciones; se trata de simple evocaciones que insinúan posibles objetos y seres.

Mientras que el claroscuro organiza la escena como algo real y factible, la figura queda aparece presa de una indefinición ambigüa que sirve de pretexto para potenciar registros azarosos y gestuales de la pintura.

Todos los trabajos presentan un diálogo entre la figura y el fondo; entre el elemento situado en el primer plano y el espacio ambiental que lo rodea. En el primer plano se acentúas texturas y nudos, mientras que en el plano posterior los trazos son más lúcidos y ambientales, tratando de crear una atmósfera que adquiera una mayor profundidad cromática.

Son obras de formatos muy diferentes, que juegan con un cambio constante de escalas. Los cuadros pequeños muestran una mayor objetualización de la figura, mientras que en las obras de mayores dimensiones, los motivos adquieren una presencia más directa y envolvente.