Las agujas del reloj no dejaban de moverse, el tiempo iba agotándose mientras él esperaba la hora de partir.

Todo fluye como el agua que sale de un grifo, a veces clara, a veces oscura pero siempre corre hasta que se acaba. Lo mismo ocurre con el tiempo, vivimos marcados por el tiempo, encadenados al devenir de unos dígitos que pasan y marcan cada momento, esclavos y ansiando una libertad que ni nosotros mismos sabemos qué es.

A su alrededor todo se movía, caducaba, envejecía de una forma incuestionable y sin solución, maduraba en un entorno al que ya estaba acostumbrado por la monotonía y lo cotidiano.

Pensaba en el futuro como ... un horizonte utópico y feliz, cuando no sabía vivir el presente ni tenía certeza alguna de si llegaría a ese futuro y como sería su aterrizaje en ese destino imaginario que tantas noches cruzaba su mente cuando Morfeo se apoderaba de la razón.

Seguía pensando, pero el tic-tac le golpeaba como un martillo en su nervio auditivo, su corazón se aceleraba por momentos y sentía la necesidad de pararlo todo pero no podía. Era consciente de que sus pensamientos eran correctos pero no sabía cómo huir de esa sensación de finitud. Quería ser libre, vivir el momento pero era incapaz de salir de esa vorágine oscura y gris de la sociedad en la que vivía atrapado...