La imagen como motivo de reflexión es la dirección que ha tomado la obra de Juan Manuel Echavarría, nacido en Medellín en 1947. Desde 1997 en su primera serie titulada Retratos, capturando rostros de maniquís deteriorados o rotos, el artista optó por la fotografía y sus afines, al tiempo que decidió explorar el tema de la violencia como metáfora. En estos últimos veinte años su propuesta ha reflexionado sobre las muchas formas en que se presenta el conflicto colombiano, sesgado por el narcotráfico, los grupos armados de la guerrilla, los paramilitares y el ejército, los desplazamientos, la miseria y el olvido.
Juan Manuel Echavarría ha podido convertirse en un artista multimedial usando la captura de la imagen que ha impreso en papel, metal y lenticulares. Así mismo se ha valido del video para proponer piezas proponen una acción, como en La Bandeja de Bolívar, donde el artefacto histórico del libertador muta...hasta convertirse en cocaína. Así mismo, en Bocas de Ceniza los rostros de los protagonistas entonan una especie de responso sobre los desastres de la guerra fratricida. Pero también esta proyección que muestra dos loros que han aprendido a hablar. El uno dice guerra y el otro pa, sin la zeta. El artista anota que ese hecho resultó significativo porque en nuestro país la palabra paz sigue siendo un vocablo incompleto.
Hay una serie muy inquietante, clara y poética, pero no por eso menos conmovedora que se titula Corte de florero, fechada en 1997. A partir de huesos humanos el artista recompone una forma que alude a flores. Tiene la impronta de los trabajos de la Expedición Botánica del siglo XIX. Su nombre proviene de uno de los “cortes” más siniestros practicados en la época de la violencia bipartidista. El corte de florero consistía en degollar a las víctimas, luego cortarle las extremidades para acto seguido introducirlas en el torso similar a un florero. La serie se aprecia como dibujos en blanco y negro donde esta puesta en escena de elementos óseos se convierten en flores macabras.
Un proyecto que se desarrolló en el tiempo fue el titulado Réquiem N.N. dedicado a los muertos desconocidos cuyos cadáveres fueron arrojados al rio Magdalena. El artista visitó Puerto Berrío y encontró un gran paredón con tumbas de muertos anónimos adoptados por la comunidad. Con osarios pintados y ornamentados, algunos con los nombres de las personas que los recogieron y enterraron. La instalación de estas fotos reticulares montada como un conjunto consecutivo se erige con un gran monumento a la solidaridad al tiempo que da cuenta de un rito colectivo en donde la compasión es un gran móvil significativo.
La propuesta de Juan Manuel Echavarría invita a la reflexión y asume un rol de testigo de su tiempo, paralelamente señala el drama de la condición humana trazando potentes metáforas tan conmovedoras como pertinentes. El artista vive y trabaja en Bogotá.
MIGUEL GONZÁLEZ
Profesor, curador y crítico de arte.
Miembro de AICA.
Curador Museo Rayo
Directora
Entrada actualizada el el 05 feb de 2020
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