Dijeron: 'El hombre es la medida de todas las cosas'. Por tanto, nada es verdadero sino en relación a nosotros. Y ahora, observadores, en contacto con nosotros, y sobre todo antes con el retratista en la intimidad de sesiones fotográficas como disparadero insondable, se vislumbran personalidades únicas extraídas de un trasvase miradamirada, en que artista y modelo bucean hacia la interioridad autónoma de conocerse, del queriéndose, el fraternizarnos, el cariñito, la amistad... Como sabores, o esa gama de tonos tan sofisticada que vemos del blanco al negro en total viceversa, lo absolutamente esencial depende de la individualidad de cada persona o del punto de vista en el que se coloque el sujeto.

¿Y si fuera 'en el que se coloque al sujeto'? Entonces, aquí sería un particular patio poetizado en estudio fotográfico, territorio vacío ... que en vez de no contener nada, registra un hallarse en común, un haber alguien y un tener vida. Un espacio que ya no podrá abismarse, ni precipitarse hasta la disolución; porque ha sido modelado en lo que debe ser, y no porque ahí esté La Verdad, sino porque como lugar ha adquirido un valor estético al fusionar experiencias, voluntades y acción. Pero, ¿qué acción si se trata de fotografías?

Existir. El hecho de mostrarse y representarse fuera. Realidad que no se puede probar, que se ha experimentado y aquí sólo se muestra. Porque proyectados al exterior de sí mismos los modelos aparecen renovados, transcendiendo a personas que nos toman a nosotros, que hasta no verlos tampoco hemos sido. Porque también dijeron: 'Sólo la existencia es propia del hombre'.