Beneyto acumula, los años amplifican el experimento que, ya, es monstruoso, y no dejan ningún libro apreciado sin la marca de una revelación secreta. Blanco y negro, tinta o color, línea recta o voluta caprichosa, lo importante es la impresión del signo de un conocimiento, como la entrada en un pasado recorrido. De nombres y de títulos, de amistades y de pasiones, de sorpresas y de sacudidas. La vida de Beneyto fluye entre tintas verticales y horizontales, que son encuentros fortuitos y viajes incesantes hacia islas desconocidas. En el estudio de la calle Rull, donde se prodigan unas señoritas demasiado vestidas, y con la memoria del estudio de la calle Còdols, Beneyto construye los pasos que permitirán ir de uno a otro lugar sin necesidad de abrir puertas ni ventanas. Los muros se deshacen bajo la acción de los zapatos azules, zapatos marinos que llevan directamente al puerto y a...los olores salados de las numerosas gaviotas que esperan la incesante ola.
Su biblioteca -que deberíamos denominar beneytoteca- representa un proceso infinito de proyección de sentidos pictóricos y literarios, de recuperación, mediante el dibujo y el color, de los sonidos escondidos, un palimpsesto reactivado y sin fin, un work in progress, a la manera de Joyce, aplicado a la página ya impresa; como decíamos, un plagio caótico que superpone el trazo a la letra.
Ricard Ripoll
Entrada actualizada el el 09 oct de 2014
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