Para desayunar, zumo de granada, naranja y mandarinas. De aperitivo, ajos, rábanos, aceitunas negras y madeira; de comida, judías con faisán y unos níscalos a la brasa con pimentón de la Vera... ¡Gran Cocina!. Los Reglamentos Comunitarios 2092/91 y 2091/92 describen y protegen los productos denominados "bío, biológico, eco, ecológico, orgánico y biodinámico",

aquellos cuya elaboración y producción están libres de sustancias químicas y sintéticas, o sea, de aditivos, pesticidas, fungicidas y elementos manipulados, como los transgénicos. ¡Las lentejas pardinas de Emilia con apio, zanahorias, cabeza de ajos, ñoras y cominos son una gloria!.

La gama bío alude a productos consumibles, de aseo, útiles, en los que no intervienen agentes extraños a su naturaleza. En consecuencia, también hay una pintura bío, que es aquella pintura natural conseguida con aceites de soja o de ... lino, trazas de caseína y otros productos no artificiales, ni manipulados. Y una pintura artebío, de igual entidad, como ésta que presento.

Hay productos bío, que son los cultivados con abonos naturales, sin insecticidas, tal cual: criadillas, espárragos de monte, setas, cardos, collejas, pichacas. En consecuencia, a la cocina que se realiza con estos productos, sin ingredientes industriales, se le llama cocina bío o gran cocina o natural.

Xavier, en su casa-estudio de Menorca, tiene un huerto donde cultiva de forma tradicional las hortalizas, verduras y tubérculos. Y del mismo modo desarrolla la dinámica de su pintura, lo que hace que esta obra puede ser incluida en lo que describen y protegen los reglamentos de la UE y declarada, sin ambages, bío pintura. Hay en este trabajo una estrecha relación entre lo que se planta, se recoge, se guisa, se come, se pinta y se comparte. Como dice Xavier: "se vive lo que se pinta y se pinta lo que se vive".

Xavier es amante de la buena mesa, tanto en su confección cuanto en su degustación. Por ello, su pintura está determinada por la cocina y la cocina es determinante en su lenguaje. El término cocina refiere continente y contenido, es decir, identifica el espacio y lo que se lleva a cabo en él.¡Lo mejor de la cocina es hacerla, como el amor o la pintura, y luego disfrutar!.

Pero, aún, cocina, en arte, alude a todo aquello que se pone en un cuadro junto a la pintura y que ensalza y particulariza la técnica. La cocina de la pintura está compuesta de materias, raspaduras, veladuras, aditamentos naturales, para conseguir el efecto plástico que se persigue. En este convivio, que inicia con acrílico, asohora, se pasa al óleo, que domina.

Además, el imaginario de esta propuesta sevillana xavierana tiene el denominador común de suceder en una cocina. Es una pintura entre cacharros, cacerolas, fogones, legumbres, tubérculos, marmitas que hierven y echan chorros de vapor o humean con un perfume inconfundible a judías verdes, acelgas, brócoli o potaje de cuaresma.¡Un recuerdo y un homenaje a su abuela materna, La cuisine de Beró!.

Dicho lo cual, no será complicado entender que nos encontramos en un evento de gama bío y muy particularmente en una bío pintura que da vida a una bío exposición. Porque esta pintura que es sentida, más que pensada, es la vida del autor, bío pintura, pues bío, etimológicamente, quiere decir vida. ¡Y qué vida dan los huevos de Ricardo con tartufo nero, en Como!.

La estirpe bío está relacionada con la sostenibilidad. Y el chef, Xavier, entre pagés y parigot, no manipula, sino que combina y utiliza los elementos naturales para intentar testimoniar la realidad de sus deseos, en este caso, plásticos. ¿Qué hacer con los azukis, copos de quinoa y aceites vegetales puros? ¿Qué hacer con el aceite de lino, la caseína, el huevo? Mezclarlos con pigmentos de colores minerales naturales, buscando la posibilidad de crear un mundo de ilusión, a veces mágico, a veces sereno, otras convulso; sensual o místico, sensitivo o imaginario.

Aquí vemos, lo de todos los días: la cocina, la vida que se desarrolla en ella, la actividad doméstica elevada a categoría de lenguaje plástico que representa valores. Pero, además, la intencionalidad de trascender la materia, a través de lienzos, construcciones y cerámicas, una grata sorpresa.

La Gran Cocina que da nombre a esta serie, principió en Menorca, 2004, pero creció en París, Barcelona y vuelta al huerto de Menorca, en cuyo horno se coció la terracota. Las grandes piezas y su mediterraneidad la definen: La comedora de ensalada, Los amantes de la cocina, con ese marbete ambiguo y sugerente, que engloba el gusto, el sabor, el amor, la pasión, el deseo y su cumplimiento. ¡La pintura como anunciación y talismán!.

¡Entren y gusten, la mesa está servida, Isabel Ignacio nos aconseja la olla y el salmorejo, Xavier se inclina por algo más exótico, copos con azafrán y albahaca. Lina, ya se sabe, como es vegetariana, prefiere un potpurrí de rúcula, eneldo, perejil y culantro con nueces secas, milgranos y uvas pasas, aderezado con unas gotas de vinagre balsámico y aceite de Benferri!.

¡Pasen y vean, el chef ha confeccionado una carta corta, pero sabrosa, garantizada, sobre un fondo ocre claro: un culí de canela, limón y avellana. En la mesa reina la pintura bío, que refleja lo que vive su autor, que vive porque pinta lo que vive! ¡Y no se hable más: mírese, respírese, siéntase y si el impulso es posesivo e irrefrenable, cómprese, nadie se va a molestar!