Lonetas de algodón persistentemente lavadas, pintadas, manipuladas. El dibujo, los vestigios de las superposiciones, la purificación de la limpieza. El grafismo directo, los cambios de textura apenas perceptibles. El blanco y el negro, el azul, los crudos en una gama infinita, el humo oscuro hasta la sombra que impregna solidificado el lienzo con la presencia obscena de lo real, la muerte. El gesto inconsciente, automático, premeditado, mágico, que se desliza desde la mano hasta la tela, atravesando ese espacio de nadie (que después es de todos) entre el pintor y la obra. La mancha, esa larga y espesa mancha que luego se hace luz. Espacio atravesado de nuevo por la mirada absorta, inquisitiva, obtusa, emocionada penetrante. La luz que nunca se apaga.
Abundando en este proceso creativo marcado por la seriación, la repetición de la imagen, en este caso diría
... de la mancha, la integración gráfico-pictórica, intento explorar los límites expresivos de esa ambigüedad que encierra el carácter indudablemente polisémico de la imagen visual.
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
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