A primera vista, la heterogeneidad de los dibujos de Nati Bermejo, parece vinculada solamente por la técnica -grafito, pastel y gouache sobre papel-, el gran formato, la sobriedad y esa sensación que desprende, propiciadora de desazón, que nos llega a remitir al barroco y tenebrismo. Característico de la artista y por lo que es más conocida.

La disposición rizomática de las piezas responde al interés por destacar este carácter simultáneo de los diversos acontecimientos representados y que forman parte de un todo cosmológico, interés siempre presente que encarna su obra.

Muestras aparentemente anodinas, imágenes de detalle próximas a la fotografía, a veces tan miméticas, que resultan casi abstractas. Pero tras este aspecto inocente esconden una lectura críptica anunciada por estos pequeños indicios; y ... que en desarrollarse a una escala mayor, -las temáticas, acontecimientos y consecuencias que estas implican (y a las cuales se hace referencia)- hacen que uno se dé cuenta de la angustia de todo lo que le rodea en la sala.

Por eso Bermejo solicita la complicidad de quien reconoce los hechos de los que se está hablando, de ahí la importancia de los títulos en la lectura de las piezas. Descriptivos y a menudo contextualizando el lugar del que se trata, para hacernos ver que aún en la distancia geográfica hay un vínculo temporal y causal de este sentimiento de intranquilidad.

De cómo la comunicación dialoga con el aislamiento en el mundo contemporáneo. De cómo somos capaces de saber de qué se nos habla aún sin haber vivido, sin haber visto, sin haber nunca puesto los pies en los lugares de los que nos hablan las noticias.

Y es que las piezas de Nati Bermejo resultan del análisis de la actualidad, mediante imágenes aparecidas en los periódicos para ilustrar las noticias del día a día, que entrelaza temática y formalmente. Equilibrando más el concepto a la poética, más predominante en trabajos anteriores.