Los espacios domésticos han devenido en las últimas décadas como lugares esenciales. En el triunfo de las micropolíticas, ellos se convierten en los nodos donde transcurren y se entrecruzan lo individual y lo social, adaptándose lo político a lo personal. Esto no es nuevo, ciertamente, y revistando los cómodos y burgueses interiores de Chardin se puede -en una sociología del arte que debería en algún momento volver como una de las claves interpretativas de nuestra pequeña historia- entrever no solo el calor del hogar. su decoración y los personajes que lo pueb’an, sino también toda una intrahistoria del momento. toda una sociología política. Del mismo modo que un par de siglos después de estas recreaciones minúsculas de la burguesía triunfante, ya en la época del capitalismo del consumo, los interiores domésticos volvieron a estar no ya sólo de moda. sino que se entendieron como símbolos ... y metáforas de todo un momento, como bien Richard Hamilton lo supo escenificar en su famoso collage, que abrió la puerta a una época en la que seguimos viviendo. Pero también, en las dobles vías de las influencias y de las contaminaciones y contagios, el movimiento moderno”, como la lluvia fina, ha acabo calando profundamente en la manera de habitar y en los interiores actuales, como con una claridad meridiana supo escenificar una reciente exposición en el Victoria & Albert de Londres. Modernism era el título de esta muestra que intentaba con éxito demostrar como el “movimiento moderno” había diseñado un nuevo mundo. como rezaba su subtítulo. Un nuevo mundo doméstico, en el que todo está lleno de utensilios para hacer más cómoda nuestra vida diaria y en el que las relacion es personales devienen ahora trasunto de la estructura social compleja en la que el capitalismo tardío se ha convertido. Así, la producción de afectos, de situaciones y. en definitiva, de cuestiones inmateriales ha devenido recientemente en la biopolítica del presente. No es ya que el acento haya pasado de la producción al consumo. con toda las consecuencias para la organización social y el tejido económico que ello ha producido, sino que el consumo no es hoy ya tanto de productos -como en la época del modernismo e incluso en la del collage de Hamilton-, sino que lo que hoy se consume son ideas, logos o marcas, estilos de vida o situaciones Esto es algo que ha llegado por supuesto al museo, que sólo se expone a sí mismo, especialmente "su propio valor de espectáculo” o bien su logotipo, su idea de marca, su mensaje publicitario, su "estilo de vida”.

Ves aquí, en todo este trasiego biopolítico y de micropolíticas. donde habría que inscribir el trabajo de Menchina Ayuso. Las "situaciones” que propicia en los espacios diarios, ya sean domésticos o laborales, hablan de la producción de vida social misma. más allá de trabajos concretos en determinados formatos. Es aquí, en estas intervenciones o cortocircuitos en los escenarios de lo real cotidiano, donde se producen las interrelaciones y superposiciones de lo económico, lo político, lo cultural y lo personal. Además. se habla desde la construcción de escenarios, puesto que de lo que se trata es de crear y recrear en espacios domésticos —aquellos donde trascurre nuestra vida– determinadas situaciones y escenograflas donde tienen lugar “las redes afectivas” y “las comunidades cooperativas”. Así, en varios proyectos de Menchina Ayuso, la “producción de servicios”, más que de objetos específicos era lo primordial. Del mismo modo que en sus últimos proyectos, la inserción del individuo en esos espacios domésticos fuertemente connotados por sus condicionantes de época —entendida ésta como un trasunto ideológico de lo político– los convierten en representaciones que adquieren su significado por contacto. informando y completando ambos —espacio e individuo o escenario factor, según se prefiera ver– un relato lleno de referentes micropolíticos.