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Nos encontramos en medio de una vorágine vertiginosa, golpeándonos con la cabeza contra un terremoto, un maremoto, un desastre nuclear, guerras varias y la política, la economía, la información, la justicia trabajan por cuenta ajena, nunca para lo que demanda esta sociedad. Pasmada y atónita contempla este circo donde los payasos se comen las fieras, los funámbulos apedrean al jefe de pista y los domadores se fustigan ellos mismos.

En medio de este caos, sólo la incongruencia más clarividente te mantiene lúcido y sólo en tu ... taller pintas temas un poco testimoniales y un mucho lo que sientes-piensas, motivándote ante la curiosidad y la intriga de lo que asoma en cada cuadro.

Todo es motivo de trabajo, nada es ajeno a la posibilidad de darlo la vuelta y despanzurrarlo hasta que vierta todo el conocimiento que exige mi yo interno. Nada es intranscendente, nada es despreciable, todo es una maravilla, la más pequeña idea es necesaria. En la pata de un ácaro existen miles de seres y es extraordinario. Nada es simple ni sencillo y menos la pintura. Mueves los planos, las líneas, el color, todo está esperando que decidas y lo guíes hasta que ocupe su lugar. Existen distintos niveles, catas contrarias que luchan hasta el agotamiento.

Un plano se desliza, tapando una posibilidad, pero continuamente escoges. Como un pintor ante Akenatón, como Goya ante Fernando VII o ante las brujas movidas en la nube... o en el humo. Arrojando pintura sobre una tabla para crear distintos planos, más suaves, más fuertes, en rojo, en verde, en blanco, en negro... más negro.

Poniendo, quitando para crear un mundo mejor, para los que se consideran-quieran ser herederos de esta laberíntica, laberíntica-mente.