NOTA: LA FECHA DE CIERRE INDICADA ES SÓLO ORIENTATIVA.
Vida, vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida, déjate enlazar de fuego, de silencio ingenuo, de piedras verdes en la casa de la noche, déjate caer y doler, mi vida.
Alejandra Pizarnik
Conocemos al mundo mediante el cuerpo. A través de nuestros sentidos percibimos sabores, colores, formas o superficies que, como piezas de rompecabezas, nos brindan pistas del lugar que nos rodea. Esta interacción que da pie a la construcción del mundo social no es estática, sino una danza entre los cuerpos y el espacio.
Por consecuencia, nuestra percepción del mundo es cambiante y fragmentada o, a veces, es incluso contradictoria. No obstante, solemos negar la contradicción. Negamos el caos intrínseco al universo que habitamos porque este nos enfrenta con su infinidad desbordante. Por el contrario, nos aferramos al orden, a las respuestas, a los resultados y, con esto en mente, edificamos ciudades...enteras, realidades totalizadoras. Esto sucede porque nos petrifica el cambio y la incertidumbre.
Con su obra, Melanie McLain nos hace perderle el miedo a dar vueltas hasta marearnos. Es más, se intuye que hasta podremos disfrutarlo, si soltamos. Ese es el peso político de esta obra: su estética de lo posible. “Las cosas que son lugares” nos permite dar rienda suelta para imaginar nuevas lógicas, nuevas formas de ser y de estar en el mundo a partir de la interacción corpoespacial.
El espacio escultórico de torres desdobladas y recovecos infiltrados se presta como escenario. Aquí se viene a ensayar la transgresión desde la ternura. Juguemos a deshacernos, a sentir más y a cuidar mejor; entreguémonos al goce de recrear lo real e inventar el futuro. Juguemos incluso a pretender que ya encontramos camino. Así es como se crean nuevos mundos.
Fernanda Álvarez
Entrada actualizada el el 17 may de 2023
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