Gilbert Garcin realiza su segunda exposición en la galería Trinta al tiempo que celebra su ochenta cumpleaños. 'L'homme qui est une image' no es una retrospectiva al uso como cabría esperar ante tales circunstancias puesto que, en el caso del artista que nos ocupa, nunca nada ha sido según las convenciones. Es, la suya, una biografía que se presta a la glosa fácil y que parece explicar los resultados formales de su trabajo pero que, de igual manera que éste, constituye una gran paradoja: la imagen de Gilbert Garcin es la 'materia prima' recurrente de sus creaciones a pesar de que el artista niega cualquier tipo de interés por el autorretrato o por desvelar aspectos de su vida privada. De la misma manera, es el azar el que le hace pasar de ser espectador a actor protagonista a una edad y con unos resultados que ... sólo se explican por su inmensa capacidad de explorar lo extraordinario. Pero, sin lugar a dudas, las reflexiones puestas en escena por este anónimo protagonista vestido siempre con un impecable gabán y de rostro intemporal nos resultan muy cercanas en la medida en la que las aplicamos a la existencia de otro. Y es aquí, en la creación de un personaje, donde reside el mayor interés de la obra de Gilbert Garcin. El artista se sirve de un 'alter ego' que le suministra la lejanía necesaria para resultar enormemente cercano.

Una cuidada selección de fotografías llevadas a cabo durante los últimos años nos mostrarán, una vez más, la personal visión de este creador sobre las preguntas sin respuesta acerca del sentido de las cosas, las relaciones humanas, el papel del arte y la misión del artista. Con un particular sentido del humor cargado de ironía, dentro de la austeridad autoimpuesta por el uso del blanco y negro y con la marcada intención de no ocultar la imperfección de los trabajos manuales, Gilbert Garcin se dirige a un público cómplice al que supone tocado de la gracia de sentir la misma curiosidad hacia la 'normalidad' de lo cotidiano. A pesar de que un cierto escepticismo sea inevitable.