Un total de 32 obras muestran los periodos esenciales del máximo exponente del surrealismo canario en esta exposición promovida por el Centro de Arte Juan Ismael con motivo del centenario de su nacimiento. Creador indiscutible en el panorama artístico nacional e insular del siglo XX, Juan Ismael empezó dibujando y, sobre la práctica del dibujo, construyó el singular edificio de su obra.

Juan Ismael González es uno de los grandes nombres del surrealismo canario. Poeta y pintor de exquisita sensibilidad, concilia la vegetación y el paisaje insular con el ensueño surrealista, el cuerpo femenino con el deseo y la plasticidad con la lírica. Fue un hombre inadaptable a la realidad que encontró su lugar en el mundo onírico. Desde sus comienzos, a mediados de los años veinte, hasta los últimos trazos cuando acaba la década de los setenta, la grafía, ya sea ... en su manifestación plástica o lingüística, aparece como el vínculo totalizador de su expresión y el principal sustento de la misma, algo que han señalado críticos, comentaristas y estudiosos de su obra a lo largo del tiempo. Juan Ismael practicó, por lo general, un dibujo a línea para el que se servía de plumilla y tinta china, que en muchos casos luego coloreaba a la acuarela. En los primeros años, sin embargo, los dibujos son de trazo grueso, en ocasiones realizado con pincel, y de soluciones mucho más esquemáticas, influenciado por el realismo postexpresionista que interesó a los alumnos de la Escuela Luján Pérez, como se advierte en los de José Jorge Oramas, Santiago Santana o Felo Monzón de esos mismos años. La importancia de este periodo es fundamental pues, aunque apenas se ha conservado obra, en él perfila Juan Ismael algunos de sus principios expresivos, como es la capacidad de síntesis y la tensión poética que animará sus mejores obras.

Durante los años que van de 1928 a 1933, los intereses estéticos de Juan Ismael aparecen marcados por la mirada insular que, bien sea en su experiencia directa (1928-1930) o en la diferida por la memoria (1931-1933), protagoniza sus inquietudes. Así, con los mínimos elementos, inicia una revisión del paisaje de las islas que abre su lectura moderna. A partir de su aproximación al surrealismo, a mediados de los años 30, sus dibujos comenzarán a adentrarse en los terrenos del inconsciente, en los del automatismo y las metamorfosis, aunque nunca abandonarán el punto de contención y de sutil equilibrio interno en sus composiciones. Los retratos La obra retratística de Juan Ismael está íntimamente ligada a su dibujo. Y no sólo como lógica consecuencia de éste, sino porque ambas prácticas aparecen unidas en una de las primeras obras que se le conocen, la caricatura que hizo a su amigo el poeta Emeterio Gutiérrez Albelo en 1926, dando lugar a la exposición de un primer grupo de retratos en 1930, entre los que se encontraba el de Domingo López Torres que ahora se exhibe por primera vez. La práctica del retrato en Juan Ismael aparece vinculada a momentos y protagonistas que nos permiten conceptuarla como íntimamente testimonial, en el sentido de que a través de ella nos ha legado un conjunto de obras que lo rodean no sólo con la entidad de una rigurosa aportación a la totalidad de su trabajo pictórico, sino como una red de afectos imperecederos: Juan Ismael retratará sólo a aquellos a quienes le unió una especial amistad, lo que habla en favor de una predisposición emocional como el verdadero motor de esta práctica. Los retratos de Juan Ismael son piezas singulares en el contexto de su trabajo, signos de una voluntad purista que enriquecen su personalidad artística con un ejercicio digno y por momentos feliz del arte del retrato en Canarias.