Luciana Levinton es artista y arquitecta.

De ahí que su búsqueda esté en lo construido, en la belleza racional de las estructuras modernas.

Ella sale al mundo, busca y encuentra. El lugar es la ciudad. Una, todas.

Pero lo que importa es el viaje en sí mismo. En sí misma.

El tiempo en estado puro. Esa es su obra, urbana y despojada.

El espacio construido es excusa para lo que importa: La pintura.

Delante de todo está la pintura. Atravesando lo que es para volver a ser.

Arquitectura de sueño: Grandes urbes donde lo humano es solo huella. Un recuerdo de lo que podría ser. Colores subjetivos atrapando las formas.

A veces velados como nubes bajas, o vibrantes como ... la certeza misma.

Y la piel. Los colores de la piel envolviéndolo todo. Metáfora exquisita.

Porque en las elecciones aparentemente estéticas subyacen otras, más sensibles y poderosas que hablan de nosotros, los que habitamos esas ciudades.

Y entonces ese fragmento de alguna construcción emblemática de Buenos Aires, o la silenciosa cinta mecánica del aeropuerto de Paris cobran otro sentido.

Se vuelven abstracción poética y transforman la arquitectura en un hecho plástico, citando a Le Corbusier.

En la obra de Luciana la elegancia es una excusa para decirnos otra cosa.