ROSA MUÑOZ, LA EVOLUCIÓN DEL HÁBITAT
Fotografía y realidad son dos conceptos que se suelen relacionar de una doble manera. Por un lado, la más habitual, es aquella que entiende que la misión de la primera consiste en ir a la caza y captura de la segunda (el fotógrafo secciona, congela y atrapa un fragmento de la realidad del mundo físico ya existente a nuestro alrededor; y lo hace con un estilo determinado, no es lo mismo el lenguaje de Cartier-Bresson que el de Robert Frank). Pero existe una segunda manera de relación entre ambos conceptos en la que se invierten las líneas de fuerza que se han descrito antes. En esta segunda vía, de la que Rosa Muñoz es una de las máximas representantes en nuestro país, nos encontramos con una inversión de la citada relación dado que ahora es la realidad la que se entrega a la fotografía. Así,...la obra de Rosa Muñoz nos ejemplifica a la perfección este hecho de que hay autores/as que deciden usar el medio fotográfico no para documentar la realidad sino para (re)crearla. Es, ahora, la realidad la que se ha construido para estar al servicio de la fotografía.
Pues bien, una vez ha sido subrayada esta cuestión fundamental del carácter construido y escenificado de la obra de Muñoz, nos es grato decirles que del rico universo gráfico (iconográfico) realizado por nuestra autora a lo largo varias décadas podemos presentarles en esta ocasión tres de sus más afamadas series temáticas: Casas (1992), El bosque habitado (2003) y Paisajes del futuro (2010). En todas nos vamos a encontrar con imágenes en las que el hábitat (el escenario visual, el espacio) es o bien intervenido o bien directamente creado por la propia autora con la idea de hacerlo m ás rico y sugerente (desde las construcciones reales y físicas realizadas in situ para sus obras iniciales hasta las elaboradas técnicas de postproducción artificial realizadas en Paisajes del futuro ). Es decir, la realidad se altera o construye ya sea delante de la cámara ya sea en el ordenador. Y es que Muñ oz siempre usa la fotografía para huir del duro (y, muchas veces, aburrido) pragmatismo de lo real.
En la primera y más histórica de esas series, la de las Casas, Muñoz elegía determinados espacios urbanos abandonados y semiderruidos que existen en la realidad gris de las grandes ciudades para reconstruir en ellos estas peculiares viviendas, tan coloristas, oníricas y fantásticas como neorrealistas y nostálgicas (puede resultar paradójico pero muchas de estas casas proyectaban la imagen de un cierto neorrealismo doméstico aunque sea tan ficcionado y fantástico). Para la realización de esta serie, nuestra autora caminaba constantemente por la ciudad recogiendo de aquí y de allá multitud de objetos (frecuentemente banales) que luego finalmente utilizaba en esas construcciones escenográficas reales in situ, emplazadas delante de la cámara. Nada de photoshop ni técnicas digitales, eran escenificaciones reales (muy bien iluminadas) que requerían muchas horas de trabajo físico previo.
La serie El bosque habitado (2003) está constituida por imágenes de muebles y objetos de interiorismo ubicados y presentados en espacios naturales. El por qu é de este paradójico encuentro (piezas de mobiliario solitarias insertas en medio de un bosque) reside en su interés por realizar, dentro de su evolución de la fotografía escenificada, una pequeña trasgresión estética y conceptual que, como es lógico, pretende resulte también poética. Esa trasgresión deriva del contraste de encontrar un objeto que ha sido concebido -y que identificamos como tal- para existir en un ámbito cerrado, con límites finitos y seguros -como son las paredes de una casa-, en un espacio abierto, es decir, en un continuum infinito, natural y en el que, por tanto, el mueble no sólo resulta sorprendente por su descontextualización sino por la atm ósfera semisalvaje que lo envuelve y que lo hace frágil, desolado, desprotegido y como a la espera de ser rescatado a su habitual territorio de seguridad, en los confines cerrados de nuestras viviendas.
En Paisajes del futuro (2010) Muñoz, entre otras cosas, reflexiona sobre la pérdida de la identidad autóctona de las ciudades del mundo contemporáneo debido a algunos efectos provocados por la globalización. Nos referimos a la alteración que ésta ha provocado en el tejido urbano vernáculo de esas ciudades a raíz de la sustitución de los pequeños comercios de toda la vida por franquicias sin personalidad y grandes superficies comerciales, todas ellas sin ningún tipo de espíritu identitario local y sin el arraigo sentimental y emocional que s í que nos ofrecían los comercios tradicionales. En Paisajes del futuro vemos, por tanto, una metáfora visual de la destrucción y de la pérdida melancólica de nuestro pasado histórico urbano (y, con ello, de gran parte de nuestras raíces culturales. Un pasado que será sustituido por nuevas edificaciones sin carácter y, lo que es peor, sin apego a las estructuras de funcionamiento de un correcto tejido de barrio, con las implicaciones sociales, económicas y antropológicas que ello conlleva. Esta desaparición progresiva de la identidad y cultura autóctonas es, como decíamos, global. Y es por ello que Muñoz nos la ofrece en contextos situados en Europa, Asia y América.
Sea en una serie o en otra (incluso en las que no les presentamos aquí), la obra de Rosa Muñoz está conformada por imágenes de gran atractivo estético, verdaderos poemas visuales escenificados que reflexionan de una u otra manera sobre cuestiones que a todos nos afectan como son el paso del tiempo, la memoria, la nostalgia, nuestra identidad cultural, etc.
Jesús Micó
Entrada actualizada el el 09 nov de 2016
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