La galería Full_art presenta la exposición titulada '3 PT' representada por artistas portugueses nacidos en la década de los 70 y formados en la Universidad de Bellas Artes de Lisboa. Se presentarán trabajos pictóricos de los artistas Manuel Caeiro, Mónica Capucho, José Lourenço.

Los tres artistas comparten conceptos estilísticos y formales como son el trabajo minucioso del detalle en las formas y un uso predominante del color. Caeiro, Lourenço y Capucho hacen constantes referencias espaciales en sus trabajos, referencias casi virtuales en torno a la escultura y a la arquitectura. Caeiro evoca en su trabajo espacios que nos remiten a la arquitectura y la escultura; Lourenço plantea una visión aséptica e indeterminada de arquitecturas y elementos urbanos como cúpulas; Capucho desarrolla una obra pictórica basada en la abstracción en la que forma plástica, grafía ... y concepto se relacionan. Las ausencias de acción, de figura humana y de elementos narrativos, son otras de las características comunes de estos tres interesantes artistas.

En la obra de Caeiro, destaca una constante repetición de la forma. Esto se traduce en una obsesión que refleja su constante inquietud por investigar, por descubrir nuevas posibilidades espaciales y pictóricas.

Caeiro trabaja en su obra los juegos de sombras y la densidad del color, buscando la profundidad y la especialidad. El artista busca la representación del espacio a partir de formas que se van desplegando y desarrollando con ritmo creando tensiones entre estas y un inquietante vacío lleno de ruido pictórico en el que los accidentes del ejercicio quedan patentes. Todo esto se refuerza en su obra con la impresión de movimiento y dinamismo que le confiere al trabajo, dentro de una energía vibrante, potenciada con la viveza del color.

José Lourenço muestra en su obra espacios sin identidad, sin marcas personales. Representa espacios arquitectónicos y urbanos, habitats dónde el hombre contemporáneo vive permanentemente en tensión entre su individualidad y el espacio público que habita. Nos habla de la alineación del ser humano y de cómo el lugar donde se habita configura la identidad de las personas. En sus obras hay una narrativa incompleta, que sugiere incertidumbre, y despierta la subjetividad en la experiencia de cada espectador.

Utiliza un lenguaje visual parecido al del ordenador, trabaja con una perfección inmaculada, un rigor y una economía en el trazo, que le aproximan a la geometría, trabaja con colores planos que aplica con pulcritud, tiene referencias de la estampa japonesa y del minimalismo. Lourenço construye espacios a través del vacío y el silencio, dentro de una estética muy zen. Como diría Ruiz de Samaniego, en las imágenes de Lorenço, hay una presencia de la ausencia, es decir una presencia invisible de aquello que no está allí.

Las obras que presenta en esta exposición nos dan la visión de diferentes espejos reducidos a detalles, una visión deslumbrada por las reflectancias visuales que esos simbólicos objetos, tan recurrentes a lo largo de la historia del arte, producen. Son imágenes repleta de un silencioso misterio.

Capucho utiliza la ausencia narrativa de imágenes del mundo real para contar la atención en el significado propio de la palabra y la evocación plástica que esta conlleva.

El principio que la sustenta es una reflexión sobre el uso de las frases y las palabras con significados objetivos empleando una tipografía especifica pintadas con colores y texturas diversas.

La imagen resultante refleja una reacción a la enorme contaminación 'visual' que nos rodea en el mundo en general y en el del arte en particular. No hay ninguna referencia a las imágenes del 'mundo real o simbólico', que considera como invitaciones a la dispersión, sino más bien se centra en la exploración del juego y la confrontación entre la forma de las letras, el significado de la frase o la palabra y su coherencia con los colores y las texturas del conjunto de al obra. Así que intenta hacer frente a esta 'contaminación visual' a través de visuales afirmaciones perentorias. Las palabras y frases son imaginadas como parte de un espacio dinámico de color o textura, lo suficientemente amplio como para darles la fuerza y permitir una lectura interesante tanto a nivel individual como en grupos determinados.

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Manuel Caeiro. Reconstruyendo el vacío

Como muchos pintores contemporáneos Manuel Caeiro interroga la pintura desde la repetición de las formas. Cada trazo insiste en la consecución de una idea, y su multiplicación, su secuencia, genera el ritmo definitivo. Manuel Caeiro trabaja el detalle -modular- como desencadenante de cada nueva imagen, y lo hace siempre desde la memoria o el recuerdo de lo construido, procurando un nuevo orden. Su estrategia es por tanto la de desdoblar o propagar una realidad reconstruida que nace desde el más tradicional de los medios -la pintura-, desde el que más carga histórica posee y que, al mismo tiempo, procesa en apariencia una contemporaneidad más débil o, en todo caso, más cuestionada, siendo continuo motivo de debate sobre su estado anímico.

Manuel Caeiro trata de tornar físico el espacio de la propia pintura, ya sea introspectivamente -en el cuadro- o prospectivamente -la escenificación del teatro de la pintura-. Caeiro y su pintura tratan de asfixiarnos en ese desdoblamiento que se expande desde la formalización de ésta; multidisciplinar en su relación con la escultura o, sobre todo, con la arquitectura. Porque en la pintura de Manuel Caeiro todo es virtualidad y potencia, ya que resulta de derivar una situación de vacío. Manuel Caeiro (re)inventa espacios que no existen aunque, sin embargo, ya estaban ahí, o por lo menos podrían existir; insisto en potencia, en su virtualidad. Por eso aunque reconozcamos sus espacios como posibilidad nunca podremos hacerlo de una forma definitiva, ya sea porque Caeiro invierte el orden de las cosas (el cielo, las escaleras...) o porque es capaz de enfriar las formas para acercarlas a concepciones más analíticas. (...)

El ejercicio metafórico resultaría fácil: enmarcar el vacío. Pero cuando hablamos de enmarcar el vacío me gustaría matizar que no lo hacemos en el sentido de encuadrar el paisaje. Eso implicaría una actitud pintoresca y no es el caso. Lo pintoresco deriva en un en algo provisional. Con Manuel Caeiro se afirma, sobre todo, la continuidad, aunque sea a partir de enfatizar ciertas discontinuidades. Todo deriva en una suerte de perturbación de lo real ficcionalizado. Una perversa reciprocidad que liga con esa indefinición del límite de artistas como Richard Serra. Aunque Serra no trabaja a partir de una imagen y Caeiro sí. Es como aquella arquitectura utópica de Boullé o todo lo que carece de escala. Ese lugar de vacilación se da en la pintura de un Manuel Caeiro que aunque no pretende un tipo de pintura expandida que obliga el recorrido exterior/interior de la pieza, implicando un desplazamiento físico, sí convoca un desplazamiento mental como base para aprehender ese otro espacio de experiencia -la pintura-.

En Manuel Caeiro las repeticiones conforman una suerte de palimpsesto. Porque de la repetición nace la diferencia, la imperfección que Manuel Caeiro nunca ha querido apagar de su pintura. Lo virtualmente igual es potencialmente diferente. Porque cuando tratamos de estirar el tiempo, de estrangular la profundidad en una orgía con forma de laberinto, el tiempo de la visión también es otro. Y Manuel Caeiro expande para concentrar ese tiempo. Lo hace a partir de un recurso tan antiguo como la propia pintura: el engaño/reconocimiento y su viceversa. La ausencia de figuras anula los principios narrativos y revela ese vacío que permite la proyección de un espectador atrapado por la arquitectura de esa pintura.

David Barro

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José Lourenço. Anamorphosis

En el límite de toda tentativa de creación existen espacio-tiempos indefinidos, capas crípticas del lenguaje artístico que desarrollan nuevos niveles de conciencia, en continuo progreso y transformación. José Lourenço trabaja sobre el abismo entre la representatividad y abstracción, explorando puntos de conflicto y fricción entre los dos conceptos aparentemente opuestos, desgranando nuevos lugares de entendimiento.

La organización espacial está orientada a partir de la diseminación de movimientos de continuidad y discontinuidad que se observan en el vocabulario formal: la dureza de las líneas describe los planos convexos de los cuerpos arquitectónicos; la paleta está abierta en variancias tonales y ritmos impuestos por la línea llena/fina; rigor geométrico en los trazados, elementos que en conjunto revisten estos trabajos de sonidos métricos y campos dinámicos. El espacio entre la obra y el observador se convierte en un lugar de acción y dinamización que potencia el descubrimiento de nuevos valores expresivos.

Esta nueva fase de trabajos revela una alteración en el campo formal de la obra del artista y el gusto por soluciones arquitectónicas estructurales complejas que se desdoblan en dinámicas geométricas de revolución, hiperbólicas y paraboloides. Centrada en formularios puramente formales donde la narratividad está ausente, el trabajo de José Lourenço desvela dramatizaciones dinámicas de la mancha, línea y plano u otros discursos visuales.

Con la utilización de un orden geométrico puro, José Lourenço reduce el paisaje urbano a lo esencial, recurriendo a la fotografía como método de conocimiento y análisis visual de la realidad.

Patrícia Barreira