No sé si el pintor zamorano Alberto de la Torre Mayado es un auténtico “señor de las flores”, a lo que sí me obliga con su exposición en la Galería Espacio 36, entre colores, fantasía, sueños surrealistas de cabezas, medusas y paisajes de delicias, es a ser consciente de un poder especial de representación, de visión más allá de la realidad, de la representación o de la imagen cotidiana.

Superando lo visible, “Nectalis & Mentulas” se inauguró el pasado día 10, mostrando el espíritu de este artista que nos plantea un viaje emocionante. Alberto de la Torre pretende, con su plasticidad implicar a los amantes del arte, transmitir y traspasar sus miradas con una alegoría que implica: “la búsqueda, la renovación...” Esta primera exposición en la galería de Ángel Almeida le llega a este ... joven pintor en un momento de pleno lanzamiento de su carreta, tras su participación en la feria madrileña DecorAcción, “algo único y abierto a mucho tipo de visitantes y personas relacionadas con la decoración y el arte”. En las estancias de Espacio 36, surgen entre paredes impolutas, “piezas de batallas, torres de babel, con mi remisión a lo onírico”. Al fin y al cabo, “mi obra es camino y retorno, hay ciclos que te llevan a alusiones de atrás que ahora estoy recuperando, que ya intuí en su momento.” Alberto de la Torre ni pretende huir ni encubre ese impulso familiar, esa conexión cardinal con la vida que lo postula por encima del suelo e incluso por debajo, al igual que hiciera su padre, con expresiones melancólicas, gente joven, caras suaves, ojos almendrados que, más que ver, miran, pura personalidad de más carne que hueso, de una naturaleza emotiva y expresiva que, sin duda, forma parte de esta familia ligada al arte. Si le preguntamos sobre su futuro, ni sus óleos ni trabajos sobre bastidor nos niegan que no puede entenderse su vida sin la pintura. La pintura lo encontró “entre el caos y el orden”, en su propia evolución hacia lo que es su mixtura especial del “tribalismo africano y la sutileza francesa en relación con lo bruto de la naturaleza”. Sus cuadros demuestran los muchos caminos que quieren reflejar sus manos, pero, como él mismo confiesa: “Hay una especie de tendencia que no deja de ser mi marca, mi signo y mi diferencia”. Una invitación, en Espacio 36, para subirse en una Torre de Babel que no es más que el inicio de lo incierto, de un viaje de pinceladas, de casas decadentes, de abreviaturas geométricas y de un mundo que trepa hacia el mito. Un mundo de belleza, colores y placeres que devora los instintos de quien se atreve a franquearlo

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