Oliver Johnson (Londres, 1972) plantea su trabajo como manifestación y reflejo de una práctica creativa con arraigado orden interno; a modo de un reflejo del propio mundo natural, en equilibrio y enorme misticismo, aportándonos y definiéndonos. Esta experiencia se manifiesta mediante el recursos de las técnicas industriales, recurriendo a la conformación de piezas en aluminio, cubiertas con pinturas para vehículos. Así, plantea e interpreta cuestiones vinculadas a la experimentación, con discursos postminimalistas además del estudio y revisión del monocromo. El resultado es una mirada infinita que apunta a los efectos cromáticos y ópticos, de brillos irisados y efectos camaleónicos, en los que la luz matiza la experiencia. Obras siempre vivas, en continuo crecimiento, trabajos que se abren como portales a una experiencia inesperada que el espectador, siempre imantado, recorre como una vía cognoscitiva.