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La visión del mundo que tiene cada uno de nosotros depende en gran medida de de la información que nos ha llegado a través de los textos y de los libros que han pasado por nuestras manos. Se podría afirmar desde una postura un tanto idealista que somos lo que hemos leído y que nuestra biblioteca mental es la medida de nuestro universo personal. Partiendo de este punto de vista podemos conocer y medir a una persona por su biblioteca porque durante el transcurso de nuestra vida, como hizo Jorge Luís Borges, vamos construyendo la ideal, que nos va acompañando mientras crecemos, maduramos y envejecemos. La vamos alimentando con el paso del tiempo, la maldecimos en cada mudanza, invade el espacio de nuestra ... casa y va mutando y creciendo con nosotros. Una buena biblioteca contiene libros de culto, títulos de los que avergonzarse, obras jamás leídas, ejemplares heredados, libros no devueltos, textos recordados de memoria... Las obras de Borges al igual que las de Baltasar Gracián están hechas de otros libros, y ambos concebían el mundo como una biblioteca en la que vivir y morir. Para ellos, éstas y la lectura constituyen la Cifra del Mundo, la unidad para entenderlo y medirlo, la herramienta para acceder al conocimiento y el puente para crear nuevas realidades.

Sobre segundas lecturas es otra posible biblioteca. Las obras seleccionadas parten de la literatura, son apropiaciones de textos de otros que están en la memoria de todos, que forman parte de nuestro conocimiento y nuestra formación. Son obras que todos conocemos o que todos aparentamos conocer, obras que hemos leído por convicción, por obligación o que las tenemos tan interiorizadas que creemos haberlo hecho sin haber pasado de la segunda página. Los artistas las toman como pretextos para desarrollar nuevos trabajos que multiplican y amplifican el sentido del original, dándoles un giro conceptual y formal, construyendo una biblioteca no en su forma pero sí en su esencia. Y como en éstas, cada una de las obras funciona por sí misma, pero establece nexos con las otras y deja el camino abierto a muchos más enlaces, como ocurre en nuestras bibliotecas personales.

Ignasi Aballí nos obliga realizar un ejercicio de lectura inverso: leer el espacio entre líneas claramente y esforzarnos en cambio para descifrar e intuir qué dicen las letras incompletas de Foucault, Blanchot o Beckett. Guy Ben Ner representa la novela Mobby Dick en su propia casa, utilizando los elementos de su entorno doméstico y a sus dos hijos como actores. Emma Kay reescribe de memoria las obras de teatro de Shakespeare evidenciando que lo que creemos saber no siempre es lo que recordamos realmente. Juan Cruz utiliza la palabra y el texto como herramienta habitualmente en su trabajo. Para A Translation of Don Quijote se encerró en los sótanos del Instituto Cervantes para traducir esta obra oralmente de manera íntegra quedando recogida en 70 horas de audio. Kris Martin reproduce los puntos finales de algunas de las obras más importantes de su vida, de manera que esos simples signos de puntuación en los que nos detenemos unos segundos cuando terminamos un libro contienen de una manera poética toda la obra. Yann Sérandour en un ejercicio de literalidad, convierte a varios ejemplares de la obra The White Cube de Brian O'Doherty en un verdadero Cubo Blanco. Por otro lado, en The Frontispiece Piece ha encontrado una vez más en un hallazgo casual un intersticio en el que colarse para elaborar y desarrollar su trabajo. Allen Ruppersberg afirma que Art is Simple es una de sus obras preferidas. Formalmente muy simple, es una fotografía de los títulos de una serie de libros aparecidos en los años 50 que pretendían hacer fáciles temas difíciles y que abarcaban todo tipo de materias excepto el arte. Todos ellos juntos, forman esta obra, una suerte de Haiku cargado de ironía. Aurelién Froment, siguiendo una de las principales líneas de investigación en las que articula su trabajo basada en la transmisión de la información, presenta un video en un set muy austero que no ofrece ningún tipo de información al espectador. En un plano fijo una actriz va enlazando posturas mudas de diferentes escenas de lectores en películas, en una investigación del acto de leer representado en el cine. Joachim Koester reprodujo en 2003 el recorrido de Jonathan Hacker a través de Transilvania hacia el castillo del Conde Drácula, dando como resultado estos paisajes que recogen un recorrido mental, pasajes anodinos con una fuerte carga en nuestro imaginario.

De todos modos, estas segundas lecturas pretenden ser solamente un prólogo que de pié al espectador a construir su propia biblioteca ideal.