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El Museo Guggenheim Bilbao presenta, una de las más completas retrospectivas realizadas hasta el momento sobre Pablo Palazuelo (Madrid, 1915), una de las figuras clave del arte español de la segunda mitad del siglo XX que, desafortunadamente, sigue sin gozar del reconocimiento internacional que su obra merecería.

Esta muestra, organizada por el Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA) y co-producida con el Museo Guggenheim Bilbao, ocupará de forma íntegra la tercera planta del Museo, y reúne unas 350 obras que en muchos casos no habían sido expuestas con anterioridad, o sólo habían sido vistas en público en una única ocasión, por pertenecer a diferentes colecciones privadas o al propio archivo del artista y de su ... familia; así como algunas piezas de la Colección Propia del Museo Guggenheim Bilbao.

A diferencia de anteriores antológicas del artista, Palazuelo. Proceso de trabajo, va más allá de presentar la evolución artística de este creador desde un punto de vista cronológico, ahondando en los aspectos más ignorados de su obra, por medio de una convivencia entre sus guaches, pinturas y esculturas, y los bocetos y dibujos, que actúan como decálogo personal y revelan los procesos creativos del artista, que él consideraba más importantes que el propio resultado.

Su obra ha sido catalogada por la historiografía reciente dentro una abstracción de tipo idealista, muy vinculada a corrientes de espiritualidad y a una concepción sagrada (o aurática) del artista y de su obra. Es importante la influencia que tuvo su etapa de estancia en París durante más de dos décadas, en la que se interesa por el esoterismo, la cábala y las formas de conocimiento no vinculadas al pensamiento occidental. Las referencias a la historia del arte también son claras en su obra, fundamentalmente la noción de línea derivada de la obra de Paul Klee, que supone una auténtica revelación para él, el constructivismo ruso de Gabo y Pevsner, o el trabajo de Kandisnsky o Mondrian en sus comienzos.

Sin embargo, su interés por el pensamiento científico, por las matemáticas, la música, o las leyes físicas de la naturaleza es tanto o más importante en su trayectoria que estos aspectos, ya que, a juicio de Manuel J. Borja-Villel, Director del Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA) y Teresa Grandas, comisarios de la muestra, “le permiten ahondar en el desarrollo de una forma de abstracción muy personal, basada en el análisis de formas naturales y el uso de la geometría vinculados a un proceso racional y “preformativo”.

De ahí que, en este sentido, la exposición no se plantea como una retrospectiva tradicional en la que se representarían cronológicamente las diferentes etapas de su trabajo, sino que se ha primado evidenciar aquellos trabajos en los que su búsqueda de un tipo de abstracción cercana a nociones de proceso, performatividad o relacionalidad eran más patentes, como en su producción de los años cincuenta y sesenta que se muestra de forma más extensa en esta muestra.

La teatralidad en la obra de Palazuelo

En 1967 Michael Fried escribió su célebre ensayo Arte y objetualidad (Art and objecthood), en el que analizaba el arte de su tiempo y acuñaba el concepto de “teatralidad” como una crítica asociada a ciertas prácticas entonces emergentes, como el minimalismo, que desde el punto de vista de la visualidad moderna implicaban la desaparición de la obra de arte autónoma y su confusión con lo ordinario. Es decir, según esta noción de teatro, el significado y valor de la obra no es una verdad intrínseca que hay que descubrir, sino que también depende del intercambio que se produce entre los espectadores y la obra en el espacio público, así como de las articulaciones discursivas en torno a la obra. El espectador se convierte entonces en el intérprete, en el actor de una obra que se actualiza por medio de su experiencia y que, por tanto, permanece en un estado potencial y abierto contrario a la autonomía moderna. Palazuelo no parte de una idea establecida, ni parte de una forma unívoca, sino que, para él, son importantes las relaciones que se establecen entre las formas. De esta manera en su trabajo se produce una confluencia paradójica de formas de visualidad propias de la abstracción moderna con métodos de trabajo de carácter performativo y teatral, afines a la noción de teatralidad planteada por Fried en su crítica al minimalismo.

La búsqueda incesante de nuevas formas

Las formas en Palazuelo son abiertas y es el espectador quien ha de completarlas; generan constantemente transformaciones, diálogos continuos que fuerzan el espacio que se genera entre ellas, un espacio relacional. La imaginación de que las observa juega un papel muy importante puesto que es un medio de activación de la realidad escondida y el mundo real es, asimismo, un órgano de conocimiento.
Por medio de la selección de obras que contempla esta exposición, realizadas por Pablo Palazuelo en diferentes periodos a lo largo de cincuenta años (1949-2005), es posible asistir a esta metamorfosis creativa, resultado de esta búsqueda incesante y visionaria de las formas, que, a lo largo de su trayectoria, sufren una continua transformación -aparecen, se esconden, y vuelven a manifestarse de diferente manera-, conformando distintas “familias” (como él llama a los grupos de obras que presentan relaciones biomórficas entre sí), resultado del análisis de estructuras y de las propias necesidades y sensaciones que le producen.

“Hacer formas geométricas encubre, en cierto modo, una necesidad mucho más profunda de conocer lo que se halla detrás de las cosas, lo más profundo”, afirmaba el propio Pablo Palazuelo en un monólogo televisivo grabado en 1996.

Por este motivo, esta muestra no está destinada a resaltar la ya conocida faceta mística o exotérica de la obra de Palazuelo, sino su carácter “definitivamente teatral”, que se diferencia de la abstracción clásica en que no busca la autonomía de las formas sino la tensión entre ellas, el proceso y la transformación que sufren. De ahí que las investigaciones formales de Palazuelo constituyen una ruptura de los postulados modernistas, con la salvedad de que la literalidad en su obra es fruto de un proceso interior, reflexivo, a diferencia de la literalidad objetual del minimalismo.

De ahí que Manuel J. Borja-Villel se refiera a él, tras la investigación emprendida para organizar la muestra, como un artista sólo, el “soltero” de las máquinas deseantes de Marcel Duchamp, queriendo reafirmar su singularidad en el panorama artístico español e incluso francés.