Pattaya Beach busca construir un espacio de tránsito entre fotografía y cine, entre imágenes e imaginarios en nuestros días posfotográficos. El cine es el heredero por excelencia de la tradición de contar historias. En La Poética de Aristóteles, se construyen las convenciones de la tragedia. La fábula es entendida como el desarrollo de las acciones, la columna vertebral de la narración de principio a fin. Rancière en su libro La fábula cinematográfica, nos propone una fábula contrariada donde los poderes del dispositivo audiovisual, rompan los esquemas de la narración aristotélica con: inicio, nudo y desenlace.

La obra literaria Plataforma de Houellebecq, es el punto de partida. Genero un esquema de trabajo semejante a los usados en la industria cinematográfica, elijo una novela ... y la transformo en una película, las imágenes encadenan un posible relato. Mis fotografías se producen desde la abundancia de imágenes en nuestro mundo altamente tecnológico saturado por ellas. Me apropio de cada imagen que me sirva para encadenar una suerte de historia. Utilizo películas, videos en internet, fotografías y toda clase de imagen que pueda reproducirse en movimiento en pantalla.

En mis imágenes el proceso fotográfico es cuestionado. La superficie absolutamente externa de las apariencias, esa piel leve de la diferencia, no está en los cuerpos tangibles; está en la luz que produce la pantalla. El aparato mismo es el sujeto fotografiado, de su interior exhalan las imágenes. No utilizo la cámara; utilizo el escáner como dispositivo de captura. Sobre la superficie del cristal del escáner, coloco la pantalla del ordenador reproduciendo imágenes en movimiento, videos y películas son atrapados, la imagen intangible en movimiento se vuelve fotografía. El cristal de la pantalla descansa plácidamente en el cristal del escáner, en un acto pasional. Yo soy el testigo, el voyeur, mi ventana es el ordenador. El contacto de las dos máquinas es para mí una metáfora de fricción de nuestro tiempo. El mundo está lleno de imágenes lumínicas que corren en el espacio inmaterial, Regis Debray lo llama la videosfera, millones de pantallas contienen universos inagotables, la pequeña luz del escáner le apuesta una carrera a la interminable luz de la pantalla.

El cine y el avión nacen al mismo tiempo, a finales del siglo XIX. La máquina para volar conquista las nubes y las imágenes cobran vida en el movimiento producido por el artificio cinematográfico. Las nubes se vuelven cercanas, el avión toca el terciopelo de su superficie y la ensoñación brilla en la piel luminosa de la pantalla. La Jetée de Chris Marker del año 1962 es una verdadera revolución en el mundo de la imagen cinematográfica, la historia empieza y termina en un aeropuerto en la compañía apacible de los aviones. La imagen de mi niñez en el aeropuerto, es muy distinta a la imagen de la película, pero coincide en ese extraño lugar de tránsito, el mundo tiende cada vez más a parecerse un aeropuerto, nos dice Houellebecq en su libro Plataforma.