'Pequeñas nubes en el cielo en el jardín susurros', evoca ese lugar próximo a la casa, donde lo privado se hace público, en el que los ciclos de vida y muerte se ponen de manifiesto como metáfora de la existencia humana. Esta exposición nos remite a ese espacio donde la ensoñación se funde con la realidad.

Nueve obras que nos trasladan a este lugar donde el amor se sublima, pero también nos abandona. Adentrarnos en esta instalación no solo es una experiencia visual, si no que nos permite participar de un ambiente en el que encontramos el sonido del agua, el canto de los pájaros, el juguete roto que transmite la tragedia desde la inocencia del abandono, un banco para sentarse y un poema cerrado, aprisionado, en un ejercicio imposible en el que se pretende atrapar el ... tiempo. Una pieza que vertebra esta exposición, es un dibujo realizado directamente en la pared de unas sábanas suspendidas en una cuerda de un tendal, que en palabras del crítico y profesor Fernando Castro Florez 'se trata de una superficie ondulada, movida por el viento que sugiere para el artista, tanto el tiempo confortable de la siesta cuanto una sensación general de levedad. Es el aire el que esculpe azarosamente, consiguiendo una imagen que enlaza con los ropajes de la escultura clásica, pero implicando también una suerte de evocación de la ternura o de ese deseo de los cuerpos tantas veces protegido por esa sutil tela, un límite, una superficie en la que está sedimentada nuestra arqueología amorosa'. El conjunto de estas obras nos habla de lo fragil, de nuestra fragilidad, regala sin explicación el tiempo estático y móvil, como el de la tela en la cuerda: pura ensoñación, extrema humanidad.