Esta exposición narra la fábula de una liebre dorada que pega un salto desde una nube y desaparece a través de un agujero. Contado de esta manera, sin embargo, no se aclaran mucho las cosas y me temo que hemos de hacer un rodeo para reencontrar, al final, esa liebre dorada que se escabulle tras la madriguera y que no es otra cosa que la pintura. Si las liebres, como sucede en Alicia en el país de las maravillas, se esfuman sin dejar rastro es porque en la pintura hay algo mágico. Pues bien, esta exposición trata de lo maravilloso en el arte.

El título de la muestra, "Pintura-Ficción", responde a una suerte de juego de palabras que consiste en sustituir el primer término de la dualidad "Realidad-Ficción" por el de "Pintura". Con este deslizamiento, se equipara pintura a realidad y se opone a ficción. Ahora bien, como es sabido, los ... polos opuestos acaban por aproximarse. Y yo intuyo que a lo que alude la expresión de Galdón es a un mundo aparte, en el que los conceptos de pintura, realidad y ficción conviven sin oponerse.

La exposición se inicia con una puerta -luego volveremos sobre las puertas de los artistas y los agujeros por los que desaparecen las liebres doradas. Éste es el signo de que entramos en un país, en un ámbito distinto del de la vida cotidiana: es el mundo del arte. La puerta da lugar a una puesta en escena que gira en torno al misterio de la pintura: del porqué de su fascinación, de su mecanismo secreto, de su naturaleza íntima. La exposición es un dar forma a lo que no la tiene, es un indagar acerca de lo que está detrás de las imágenes: un viaje al corazón de la pintura, a su "verdad".

Una de las piezas centrales de la muestra es una fotografía de un paisaje con la palabra "VERITAT" (verdad) labrada en el campo. Yo no sé si esta imagen se ha de interpretar como una crítica a la representación. Más bien, yo diría que es al contrario: es una apuesta por el arte. Se nos está diciendo que aquel paisaje es de verdad, que no es un simulacro, que existe realmente. Y que posee además un particular sentido para el artista, puesto que se trata de un paisaje de su infancia, que se localiza cerca de Quesa (Valencia), donde vivieron sus padres, en el que había corrido y jugado de niño. Ahora una autopista lo atraviesa, pero su memoria sigue estando allí, más real que lo que vemos en el presente. ¿Cómo no va a ser "verdad" aquel paisaje, tan lleno de contenido y recuerdos…?

La pieza que acabamos de describir se confronta con otra fotografía que se expone contiguamente. Como si se tratase de una ruina moderna, registra los restos del antiguo cine de Quesa, transformado en un parking. De este cine desvalijado, sólo queda la pantalla blanca. Sobre ella, Galdón ha escrito la palabra "INFINIT" (infinito). Entre esta imagen y la anterior existe una continuidad de sentido: esta pantalla vacía es de verdad, como infinitos significados tiene aquel paisaje rural tan querido por el artista. Este cine es también, muy probablemente, uno de los paisajes de su infancia. Pero además, la pantalla vacía nos enseña funcionamiento oculto de las imágenes. Antaño, cuando aún existía la sala de cine, se proyectaron en ella historias y sueños. Su vacío era la condición. Hoy, transformado en ruina, aquel vacío posee la misma cualidad, porque sobre él se siguen proyectando infinidad de nostalgias, infinidad de sueños, infinidad de imágenes.

Una de las referencias de Jesús Galdón es Malevitch, autor del célebre Cuadrado blanco sobre fondo blanco: una tela blanca pintada de blanco, sin más. Obra compleja y oscura, de la cual se han hecho diversas lecturas. Pues bien, acaso esta pintura –como la pantalla de cine de Jesús Galdón- no sea una ausencia, sino una producción de sentido como lo es la noche para los románticos. La noche –pero también el desierto, los paisajes brumosos, el bosque oscuro- es el manantial de todos los sueños, de todas las historias, de todas las imágenes. Tan sólo hay que abrir puerta de la imaginación.

Una de las series que se presentan en la exposición es la dedicada a las filacterias, es decir, las cintas con inscripciones que acompañaban las esculturas y pinturas antiguas. Galdón invierte el enunciado: si las filacterias se utilizaban para narrar, él las presenta mudas. Más aún, las titula significativamente No decir nada… porque, como él mismo explica, "la pintura aún salvaguarda la posibilidad del silencio como herramienta de reflexión". Y esta serie de filacterias "habla de la pintura con la intención de no decir nada, como reclamo de un silencio que está cerca del blanco".

Esas filacterias mudas son como aquella vieja pantalla de cine de Quesa, como el Cuadrado blanco sobre fondo blanco: el símbolo de una pintura que se expresa a través del silencio y el vacío.

El tiempo suspendido

En la serie Continuidad de los parques se confrontan dos espacios: el Museo del Cairo y un aeropuerto. ¿Qué relación existe entre uno y otro? Intuyo que esta obra propone una reflexión poética sobre el tiempo y el espacio del arte. De alguna manera, el aeropuerto y el museo se manifestarían como un tiempo fuera del tiempo, como un "no lugar". Los viajes aéreos suponen un tránsito artificial ajeno a la percepción terrestre del espacio y el tiempo. Pero el museo –que exhuma el pasado- es también una especie de ausencia del tiempo, al menos del tiempo con que se mesura la vida cotidiana. El mensaje de estas fotografías que plasman un tiempo "otro" es el de explicar que el tiempo del arte posee otra dimensión, una dimensión en suspensión, acaso fantasmal, pero situada en un más allá de las coordenadas de la vida real.

Una liebre dorada…

Iniciamos este recorrido aludiendo a un dibujo en el que una liebre saltaba a un agujero… Ésta es una historia muy antigua que se ha contado de muy diversas maneras, aunque la moraleja siempre sea la misma. La narraré como me la han explicado a mí. Cuentan que en la China milenaria un emperador encargó unas pinturas a un pintor muy renombrado, el pintor más exquisito de todo el imperio. Éste, al negarse a ejecutarlas, fue castigado y encerrado en el calabozo del palacio. Estando en la cárcel, el pintor pidió material para pintar, que se le concedió inmediatamente. Pero en vez de realizar el encargo, empezó a dibujar un paisaje con una casa en los muros de la cárcel. Una vez completado el dibujo, el pintor abrió la puerta de la casa y se escapó… El emperador chino no sabía nada ni entendía de pintura.