¿Cómo nominaríamos a los encuentros que se dan entre pintura y escultura? ¿Qué nombre le asignaríamos a una obra en la que se fusionan volúmenes, texturas y colores? ¿Qué protagonismo le otorgaríamos a la integración del diseño en estas fusiones? ¿Es imprescindible reconocer o delimitar los encuentros que se den -o las simbiosis que se produzcan- entre escultura, pintura y diseño? Más que una nomenclatura, lo más útil será la comprensión existencial de estas superposiciones. Nos importan las fórmulas expresivas que emanan de estas dualidades, de estas coexistencias o de cualquier otro fenómeno de convivio -diálogos, intercambios, ENCUENTROS, contaminaciones...-; porque lo que conviene es explicar y entender. Para eso está la razón, que es una herramienta que a todo llega y para la que no cuentan los infinitos espaciales ni temporales.

Los principios de ... todo entendimiento parten de la contemplación de los aspectos posibles, o imposibles, que concurren en cualquier accidente estético. El fenómeno que aquí nos conviene observar es la expresión plástica que merodea en torno a los conceptos ya anunciados: volumen, superficies planas, texturas, diseño y color. Los ENCUENTROS podrán acontecer desde la más fácil de las conexiones (la simple ubicación de una pintura junto a una escultura), a la más compleja que podamos imaginar. Pero es sencillo entender que pueden ofrecerse muchísimas posibilidades. Sólo habrá que contabilizar el número de obras de variado sexo, que puedan aportarse, y multiplicarlas por las innumerables personalidades estéticas. Pero de forma genérica y atendiendo únicamente a lo que le ocurre al creador plástico, en primera persona, este podría explicar mejor que nadie la complejidad de sus procesos expresivos (siempre que sea capaz de hacerse entendible, como autor).