Dicen que el destino es todo aquello que incorporamos sin haberlo elegido, quizás, porque las circunstancias son siempre más fuertes que las personas. Haber nacido en un país joven y pequeño como el nuestro, supone como destino la incorporación de una historia breve en la que los hechos se funden en un solo ayer compacto y enredado. En nuestra herencia se mezclan gotas de sangre indígena en cantidades imprecisas junto a la ?furtiva? lágrima de los inmigrantes pobres que no pudieron volver nunca a su tierra de origen, lo que nos ha permitido ficcionar una identidad de ?garra? y melancolía. En ese ayer, siempre reciente, nos relacionamos y disolvemos dejando, a veces, señales que decidimos no olvidar. Hubo un tiempo de cartas artesanales, que quizás ha comenzado a abandonarnos, donde el ayer fue contado desde cada uno de sus protagonistas a partir de referencias y subjetivos propios. Esas historias irían...luego sumándose a la cantidad y diversidad de testimonios y miradas encerradas en infranqueables sobres dirigidos, con y sin faltas de ortografía, a cercanos y lejanos destinatarios. Oscar Bonilla ha descubierto en esas cartas un tiempo sin tiempo que ha quedado encerrado en ellas, algo similar a lo que tantas veces ha logrado encerrar en sus fotografías. Tiempo sin tiempo que ha quedado visualmente referido a un lugar, a una circunstancia, a un concepto... Entonces el artista que Bonilla es, y que por serlo está condenado a no olvidar y a vivir al acecho hurgando en lo inadvertido para convertirlo en materia simbólica, encuentra en ellas algo secreto que desea mostrarnos.
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
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