El español Rafael Clemente (Madrid, 1982) da un paso más en su carrera al reunir tres de sus más recientes obras para la Feria Internacional de Arte de Beijing.

Como nos tiene acostumbrados, también en esta ocasión no sólo interviene como mano compositora de las mismas, sino que además, se derrama en ellas. Es por ello que conociendo, saboreando, desgranando su obra, no sólo percibes una forma de arte, te adentras en las entrañas de Clemente, en lo profundo e instintivo de su ser, en su pasado y su presente.

El artista arranca escenas cotidianas de la vida para descontextualizarlas, las transforma a su antojo, arruga el tiempo, moldea realidades e incluso las hace más íntimas al transferirlas su propio flujo vital, para así crear un escenario paralelo sin límite alguno...En este escenario todo vale, todo se recicla con el fin de dar ... lugar a un nuevo espacio que nos permita desarrollar nuestros sueños. Y los sueños son, al fin y al cabo, las estructuras oníricas de nuestros anhelos que, tácitos, construyen el camino a un futuro más cercano.

De la mano de Rafael, una mesilla de noche, un espejo tan roto como su anterior dueño, la máquina tragaperras del bar chino de la esquina, papel recogido de la basura o el cartón pluma de una campaña publicitaria de la que nadie ya se acuerda, pasan a tomar la relevancia que perdieron o que, quizá, nunca tuvieron.

Les brinda una segunda oportunidad, una segunda vida emplazados en un contexto que nada tiene que ver con su anterior existencia. Es más, les da la oportunidad de brillar

y ser protagonistas en un mundo en el que hacerse un hueco o sobresalir, es de por sí bastante complicado y en general inmerecido.

Aunque, yo me pregunto ¿quién decide qué es válido o no? ¿Qué es bello? ¿Qué es bueno? Afortunadamente, todo puede serlo en manos del artista Rafael Clemente.