Como artista y consumidor de arte siempre intento provocar una reacción emotiva, tanto en mi mismo como en aquellos que están al otro lado de la obra. El dar o recibir una reacción emotiva es fundamental para el proceso de creación y consumo; sea en un pequeño espacio artístico, una enorme superficie comercial o en el entorno acogedor del propio hogar al contemplar la última incursión en el mercado de arte colgando en las paredes blancas recién pintadas. He vivido la intensa emoción del odio y de la alegría, y todo cuanto se halla entre ambos, en la Sala Rothko del Tate Modern, en la sala 31 de la galería Nacional, en una calle lateral en el centro de Detroit y contemplando un edificio de Frank Lloyd en Oak Park Illinois. A parte de la emoción, lo único que tienen en común estos lugares es ... su naturaleza pública. Parece ser que estamos preprogramados como seres humanos a perder nuestras máscaras ante las imágenes o representaciones de la vida tal como se ha visto por otro. El hecho de perderlas en una galería rodeados de nuestros semejantes no nos produce ningún temor al reproche, y a menudo es animado por el galerista a través del ambiente que ha creado, y por el comisario en la selección de la obra expuesta he visto a personas derrumbarse físicamente frente a 'Negro sobre Maroon', una obra de arte que originalmente estaba destinado a ser colgado en un restaurante de categoría en Park Avenue. La iluminación, los murmullos de aquellos que buscan una expresión de aprobación general a los comentarios usuales alimentan de una manera manipuladora un pensamiento de grupo y constituye un estímulo a prolongar la experiencia en la tienda de regalos de los museos.

La nueva generación de artistas con que he tenido el privilegio de trabajar y comisionar en alguna ocasión no tiene sus orígenes en este tipo de entorno confortable -habiéndose criado en los vastos espacios abiertos de nuestras ciudades y en sus hectáreas de espacios vacíos. Aquí, la creación de emociones es una tarea mucho más difícil- el vistazo de una forma abstracta arrastrada sobre la ventanilla de un coche en plena carrera debe poder transmitir sus intenciones en una fracción de segundo. Algunos eligen el camino de la escala, otros el color, la forma o la repetición -son herramientas efectivas para todo artista- pero para mi, la progresión es el factor clave. Ahora existe un nuevo corte de artistas que tienen la valentía de intentar ir más allá de las limitaciones y confundir los estereotipos, estrechan la mano y hablan directamente con el espectador; produciendo ese impacto del primer golpe otra vez.

Jaybo y Remi/Rough, cada uno a su manera, son el arquetipo de este movimiento de apertura que está ganado presencia en las galerías de todo el globo.

Sus trabajos son todo corazón; es inmediata y emotiva de una manera que evoca los sentimientos que me inundaron la primera vez que vi el Paisaje de invierno de Friedrich. Los personajes de Jaybo están llenos de la tristeza de una vida llevada en la sombra, pero ahí también hay un oscuro orgullo y esperanza para el futuro. Las piezas monumentales de Remi/Rough mira al futuro de una forma muy diferente... aquel horizonte lejano es visto como una forma abstracta que sombrea el pasado según evoluciona, evocando la esperanza sentida por los modernistas y las intenciones que albergaban para con nuestra existencia futura.

Son los grandes defensores de la vanguardia de lo que todavía está por venir...